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¿V. no sabe, padre, que eso se califica con un vocablo novísimo en castellano, y que suena mal y como censura? ¿Qué vocablo es ese? Coquetería.

Después de haber declinado toda pretensión respecto de Magdalena, como marido, ¿puedes y quieres aspirar a otra cosa? Sin embargo, sigues amándola. No eres digno de censura, porque un afecto como el tuyo no es censurable; pero no estás en buen terreno, porque un callejón sin salida a ninguna parte conduce.

¡Ah! ¿ también?... dijo Alicia, riendo con una expresión varonil . Supongo que tu moral no es la de mamá, y que no irás á sermonearme por mi conducta. Aunque, en realidad, mamá no me censura por lo que hago. Lo que la indigna es mi falta de miedo al qué dirán, y algunas veces el origen obscuro de los hombres en que pongo mis ojos. ¡Pobre señora!

Una cámara cuasi nacional, que sufre en el país de nuevo una cuasi censura, cuasi abolida, por la cuasi revolución; un rey cuasi asesinado; una gran nación cuasi descontenta, y por otra conmoción política cuasi próxima. ¿Qué ves en Bélgica? Un estado cuasi naciente y cuasi dependiente de sus vecinos, mandado por otro cuasi rey. Mira la Italia.

El orgullo, además, las excita a menospreciar lo que no está a su alcance; y el amor de la patria, encerrado dentro de los estrechos límites del pueblo en que nacieron y se criaron, se hace más intenso, enérgico y vidrioso, y las mueve a amar con delirio aquel pueblo y aquella sociedad, prefiriéndolos a todo, y a revolverse casi con furor contra cualquiera que los censura.

Sobrina repuso el general , todo eso es muy santo y muy bueno; pero no alcanza a justificar apariencias sospechosas. En este mundo, no basta estar exento de censura; es preciso, además, parecerlo. Por lo mismo que eres joven y bonita, harías bien en no declararte defensora de ciertas causas.

No todo era bienandanza, sin embargo, para los futuros querubes de la corte celestial. Don Miguel, el terrible párroco, turbaba de mil modos, a cual más grosero, la paz de su corazón, ora echando una cortina al suelo bajo pretexto de que le tapaba alguna imagen, bien trasladando los jarrones de flores adonde se le antojaba, o deteniendo a los recadistas y empleándolos en otros menesteres, etc., etc. Ninguna censura o mandato episcopal podía debilitar la energía del feroz cabecilla ni hacerle doblar la cerviz.

No estaba sin embargo muy atrasado respecto á ideas y adelantos modernos; su fortuna le proporcionaba todos los libros y revistas que la previa censura no conseguía detener.

Cuando uno oye la palabra imprenta, ¿no cree ver detrás la censura, el imposible vencido, la cuadratura del círculo, la gran quisicosa? ¿No hay quien ve en ella el abismo, la anarquía, aquel qué yo, que nadie sabe explicar ni comprender? Cada una de estas palabras son verdaderas linternas mágicas; el mundo todo pasa al través de ellas. Una vez encendidas todo se ve dentro.

Cuando más embebido estaba, dando cuenta de la habilísima intriga que habían urdido para dar un voto de censura al alcalde, Cobo ¡su eterno estripacuentos! acercóse al grupo, y después de escuchar un momento, le atajó diciendo: Vaya, Ramón, no te des tono. Ya sabemos que en el Ayuntamiento no representas nada. González te lleva por las narices adonde le da la gana.