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Una hora más tarde me llamaron á cenar. ¡Otra vez capón, otra vez pepitoria y otra vez arroz con leche! Aquel cuadro me espantó. Fingíme muy malo, y creo que lo estaba, dado que de susto también se enferme un hombre, y me largué á la cama, donde tampoco fuí feliz, porque, apenas me hube dormido, comencé á soñar que comía capón, pepitoria y arroz con leche.

Acabábamos de cenar las dos y te estaba esperando, cuando llamaron á la puerta. Es Jacobo, exclamé, habrá olvidado su llave. Espera: voy á abrir. Fui al vestíbulo y pregunté á través de la puerta: ¿Eres , Jacobo? Pero la voz de Sorege me respondió: No, soy yo. Necesito decir á usted una palabra. Me voy en seguida. Tuve intenciones de despedirle, pero la presencia de Juana me tranquilizó.

Un banquero riquísimo, y muy conocido en Madrid por la protección que dispensaba a las chicas de vida alegre, le propuso descaradamente amueblarle un entresuelito y ponerle coche; un caballerete trapisondista y jugador intentó llevársela una noche a cenar, imaginando que cuatro copas de Champaña y un gabinete de fonda le asegurarían la conquista; un autor le ofreció un papel de gran lucimiento a cambio de una cita, y hasta el director de escena se brindó a solicitar para ella un beneficio, a condición de que ensayasen a solas lo que hubiera de cantar.

Salimos cuando los vendimiadores iban a cenar. Era ya tarde y sólo nos restaba regresar a Villanueva.

Había cerrado la noche, una noche obscura como boca de lobo, pues la luna se había ya puesto y el cielo estaba cubierto de grandes nubarrones, que un viento cálido empujaba hacia el golfo de Carpentaria. Los chinos habían ya suspendido el trabajo, y después de cenar se habían agrupado en la playa, discutiendo animadamente con el Piloto y con Hans.

El celoso marido estaba en la cuadra, donde generalmente se retiraba después de cenar. Quizá lo hacía para demostrar su desagrado a los compañeros de su esposa; tal vez a semejanza de tantas débiles naturalezas, encontraba un placer en el ejercicio del poder absoluto sobre animales inferiores.

Me faltaba mi compañera de vals, pasaba por mi memoria el recuerdo de lo que me había sucedido el año anterior. Iba a vivir en la misma casa... ¿qué importa? Yo estaba seguro de mismo, ¿qué podía temer? En estas reflexiones estaba abstraído, cuando don Benito vino a golpearme en el hombro. Julio me dijo, ¿vamos a cenar al club?

¿Y esa chica que ha venido a preguntarme si quería cenar, quién es? Ah, Maximina, ¡pobrecilla! Es mi sobrina; hija de un hermano de Valentín, mi marido. No conoció a su madre; su padre era el capitán del Duero, un vapor que V. habrá visto acaso. Ese vapor, yendo hace tres años para Manila, embarrancó.

Ademas de eso, una noche la pasa uno como quiera, y las va pasando todas haciendo la mesma cuenta; y luego los pajaritos al aclarar lo dispiertan, porque el sueño no lo agarra a quien sin cenar se acuesta. Ansí, pues, aquella noche jué para ellos una fiesta, pues todo parece alegre cuando el corazón se alegra.

Aquí está la declaración de un paje de vuecencia llamado Gonzalo Pereda, por la que consta, que el cocinero mayor del rey le mandó servir de cenar en la misma casa de vuecencia á un su sobrino, á quien llamó Juan Montiño. ¿De modo que ese Juan Montiño y don Francisco de Quevedo y Villegas son amigos? dijo el duque. El alguacil se calló. Dadme esas diligencias dijo el duque.