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Hízole entrar en el castillo, mandando á su tropa que le tratase bien; y aquella noche quiso cenar con Zadig.

¡La pregunta!... ¡Para cenar!... ¡La vida hay que hacerla a pesar de todo, señor vigilante! Dígame, ¿no es usted aquel hombre que concurría todas las tardes al Ministerio del Interior, y que se iba a curar en la Convalecencia? ¡El mismo, , el mismo!... ¿Y Vd. quien es? ¿No se acuerda de ?... Aquel agente que le dio cinco pesos para que fuera...

En un gran gabinete situado junto a mi dormitorio, había igualmente otra mesa para que los caballeros pudieran cenar a media noche con toda libertad. Todo esto me dio mucho trabajo ciertamente, pero yo lo hice con mucho gusto y todo salió perfectamente. Todo el mundo se retiró a la hora conveniente; estuve bastante agitada y no fui yo seguramente la única.

Cunegunda no está aquí, dixo Cacambo, que está en Constantinopla. ¡Dios mio, en Constantinopla! pero aunque estuviera en la China, voy allá volando: vamos. Despues de cenar nos irémos, respondió Cacambo: no puedo decir á vm. mas, que soy esclavo, y me está esperando mi amo, y así es menester que le vaya á servir á la mesa: no diga vm. una palabra; cene, y esté aparejado.

Me había sentado un momentico a descansar... La tarde está tan grata que no apetece meterse en casa, ¿verdad, señor? Andrés, que había vuelto en perfectamente, puso en duda esta explicación en el fuero interno; pero se limitó a contestar: que está muy hermosa... la noche, no la tarde. Pero a me espera mi tío para cenar, y no puedo disfrutar de ella... Conque hasta la vista, don Jaime.

Además, para lo que he de cenar yo... Conque si te gusta más esto...

Sin embargo, debo, por mi parte, confesar que yo no había sacado aún ninguna conclusión respecto al móvil verdadero de aquella visita; a pesar de que estaba convencido de que había en ello algún motivo ulterior, que no podía, empero, ni sospechar. Después de cenar, la señora Gibbons condujo a mi linda compañera a su pieza, mientras Gibbons me mostró la que había preparado para .

Hombre, repíteme eso que es muy bonito, y quiero aprenderlo de memoria para decírselo a mi papá esta noche al tiempo de cenar. A mi papá, que es muy liberal, le gustan estas cosas.

Y extendiendo en seguida la mano derecha sobre la cazuela, a guisa de bendición, masculló algunas palabras en latín, que Andrés no pudo entender. ¡A cenar, muchacho! Cabrera fue un gran general dijo Andrés para adular a su tío. ¡Quién lo duda, chico, quién lo duda! exclamó éste dejando caer la cuchara sobre el plato.

El tío, sin comprender la ironía, le miró con desprecio. Vaya, veo que vienes tan ignorante como has ido... Te aguardo para cenar. No me aguarde usted, tío contestó Gonzalo, que ya estaba lejos. Quizá no cene. Y sin tomar carrera, pero con extraña velocidad, gracias a sus descomunales piernas, salvó las calles, alumbradas por algunos raros faroles de aceite, en dirección al teatro.