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En casa del padre Tomás murmuré para mis adentros, no hay nada que temer... La feria del matrimonio no tiene allí puesto. Llamé, pues, con todo el candor de una perfecta quietud y no encontré extraordinario que el cura no estuviese solo.

Ni ella se hartaba de preguntarlas, ni sus amigas se cansaban de responderla; pues si era muy grande la curiosidad de la una, mayor era el apego de las otras al papel de profesoras. ¡Con qué gravedad tan cómica le desempeñaban algunas veces, y qué mezclados solían andar en sus dictámenes el candor y la malicia!

Este movimiento espontáneo de las campañas pastoriles fué tan ingenuo en sus primitivas manifestaciones, tan genial y tan expresivo de su espíritu y tendencias, que abisma hoy el candor de los partidos de las ciudades que lo asimilaron a su causa y lo bautizaron con los nombres políticos que a ellos los dividían.

La ingenuidad suele parecerse al descaro, y sólo el candor de aquellos ojos límpidos que se clavaban en él pudo hacer que el viajero distinguiese entre ambas cosas. ¿No quiere usted algo más? murmuró . ¿Desayunarse? ¿Café o chocolate? No, no... lo que es por ahora, no siento apetito. Pues espéreme en el coche. Voy a arreglar el asunto de su billete de usted.

Priscila en ese momento, sin cesar de hablar, se volvió hacia las señoritas Gunn. Estaba demasiado preocupada por el placer de hablar para darse cuenta de que su candor no era apreciado. Hay bastantes flores para atraer a las mariposas; las mujeres bonitas alejan a los hombres de nosotras. Tengo mala opinión de ellos, señorita Gunn; no si vosotras la tendréis buena.

La joven Adela era, sin duda alguna, de las picantes: hermosa a sabiendas suyas, y con una conciencia de su belleza, acaso harto pronunciada, sus padres habían tratado de adornarla de todas las buenas cualidades de sociedad; la sociedad llama buenas cualidades en una mujer, lo que se llama alcance en una escopeta y tino en un cazador; es decir, que se había formado a Adela como una arma ofensiva con todas las reglas de la destrucción: en punto a la coquetería era una obra acabada, y capaz de acabar con cualquiera muy poco sensible; en realidad, podía fingir admirablemente todo ese sentimentalismo, sin el cual no se alcanza en el día una sola victoria; contaba con una languidez mortal; le miraba a usted con ojos de víctima expirante, siendo ella el verdugo; bailaba como una sílfide desmayada; hablaba con el acento del candor y de la conmoción; y de cuando en cuando un destello de talento o de gracia venía a iluminar su tétrica conversación, como un relámpago derrama una ráfaga de luz sobre una noche obscura.

¡Alma de Diciembre, beso de la Pascua que aromas la arcilla de mi corazón! ¿Por qué en nuestras vidas no pones un ascua de candor eterno y eterna ilusión?

Me habló luego mi padre de sus esperanzas amorosas, con un candor y con una vivacidad tales, que se diría que yo era el padre y el viejo, y él un chico de mi edad o más joven. Para ponderarme el mérito de la novia, y la dificultad del triunfo, me refirió las condiciones y excelencias de los quince o veinte novios que Pepita había tenido, y que todos habían llevado calabazas.

Las señoras hablaban tres lenguas de primer órden, mostraban en todo muy buen sentido, un sentimiento natural de sencillez y candor, una conciencia pura, pero muy poco persuadida de la importancia de su sexo, un espíritu de hospitalidad sincera, afectuosa y sin ostentacion, mucha curiosidad de los cosas sociales, y sobre todo una exquisita benevolencia de inclinaciones y de afectos de familia.

Su absoluto desconocimiento del mundo visible hace resaltar más aquellas grandiosas cualidades... se nos presentan solas, admirablemente sencillas, con todo el candor y el encanto de las grandes creaciones de la Naturaleza, donde no ha entrado el arte de los hombres. En él todo es idealismo, un idealismo grandioso, enormemente bello.