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Empezaba una misa en el altar de la Virgen, y Elena la oyó con un recogimiento inaudito, sin levantar los ojos hasta el momento en que se aproximó a comulgar. No puedes figurarte, amigo mío, el celestial candor de aquella cara extasiada y transfigurada. Veíala de perfil; el horrible sombrero y todas las grotescas fealdades habían desaparecido.

Saltando de piedra en piedra, subiéndose a los árboles y jugando y enredando todo el día y cantando como los pájaros, cuanto se le pone encima conviértese pronto en jirones.... Pues yo he observado en la Nela dijo Carlos algo de inteligencia y agudeza de ingenio bajo aquella corteza de candor y salvaje rusticidad. No, señor, la Nela no es tonta ni mucho menos.

¿Aquél? un monstruo; aquél se prevale de la bondad, del candor de la casa donde le reciben; hay una mujer hermosa, nada le dice; sin embargo, afecta ir a la casa a horas de franqueza; la acompaña al Prado; en baile o sarao donde está ella está él; siempre al lado de la hermosa, siempre baila con ella; cuando ella no le ve, finge mirarla con celos de algún otro; afecta disimulo, que en realidad no puede existir, pues nada hay que disimular. ¿Se retiran?

Como usted lo oye... «Amado Julio le he dicho... ¡tan íntima es nuestra amistad!... He tenido el gusto de conocer a la señorita de La Treillade en casa de mi tía, durante una temporada de campo... con ese motivo tuve la ocasión de estudiarla, descubriendo en ella una dulzura, una sensibilidad, y permítame la expresión, señorita... un candor... que exigen los mayores miramientos.

Si los sevillanos eran en lo antiguo dados al baño, no lo eran menos al hielo, del cual se hacía un extraordinario consumo en la ciudad, que poseía en Constantina gran número de pozos de nieve, suficientes para atender al consumo público, y á más de esto no faltaban asentistas que por su cuenta traían el hielo de otros puntos y que realizaban, por lo general, un buen negocio, como se desprende de las noticias que he recogido respecto á un tal Esteban Monparler, una Teresa Vilches y un Francisco Candor, que surtieron á Sevilla por largos años del siglo XVII y XVIII de hielo en las estaciones veraniegas.

El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto; el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y adulador, afable y bueno. Así también yo me engañaba. »A veces entreveía yo mi engaño, y me atormentaba la sospecha de mi indignidad.

Las constituciones son vigorosas y resistentes, las fisonomías francas y despiertas, los cuerpos de talla generalmente levantada. Abundan los ojos azules, los cabellos rubios y las mejillas rosadas; y en todos los hábitos se nota la sencillez y un candor muy atractivo unido á la inteligencia práctica de las cosas.

Nos parecen bien como son. Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace. En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el sermón o el jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el alma de su hija, y hasta acrecentarle, llévela a cualquiera de las muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a oír las zarzuelas.

Aunque es verdad, que los que no cursan las Escuelas y quieren pasar por sabios, aborrecen la forma sylogística, hablando mal de lo que no conocen; con todo, el que sepa la fuerza del sylogismo para descubrir la verdad, ó falsedad de las proposiciones, segun lo he mostrado tratando del raciocinio, no debe hacer caso de tales desprecios, estando asegurado, que entre los modernos bien instruidos, los que hablan con candor, están á favor de este método para las Escuelas.

Así, por ejemplo, Mosheim dice: «El candor y la imparcialidad me obligan á confesar que los adversarios de los jesuítas, al mostrar la torpeza y negrura de varias de sus máximas y opiniones, han ido más allá de lo que debían, y han exagerado las cosas para abrir más extenso campo á su celo y á su elocuencia.