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En efecto, el más pequeño de sus hijos, que dormía en la alcoba, había dado un leve gemido, al cual siguió otro más fuerte. Lucía corrió a allá para que no se alborotase. Calla, Chuchú, calla, que aquí estoy yo. El niño no hizo caso. Si no callas, el hombre de las narices grandes vendrá a buscarte y te llevará. ¡Quero Ía! clamó el niño: Ía era la doncella, que se llamaba María.

No me retengas exclamé, y en nombre del Cielo, por lo más sagrado, no me hables nunca de lo que has visto. Siguiome hasta el patio empeñado en hablarme. ¡Calla! le dije, y escapé. Luego que estuve en mi habitación y pude reflexionar tuve un acceso de vergüenza, de desesperación y de locura amorosa que no fue parte a consolarme pero me alivió.

Lucía se puso colorada de orgullo y de satisfacción, y siguió hablando: Apostaré á que ha ganado V. la voluntad del reverendo. ¿Está ya de nuestra parte? , sobrina, está de nuestra parte; pero, por amor de Dios, calla, que importa el secreto. Ya que lo adivinas todo, procura ser sigilosa. No tendrá V. que censurarme. Seré sigilosa.

Por aquí no pasa un alma... dijo él . Es más, creo que por aquí no ha pasado nunca nadie. Lo menos hay dos siglos que no ha corrido por estas paredes una mirada humana... Calla, me parece que siento pasos. Pasos... ¿a ver?... , pasos. En efecto, alguien venía. Oyose, sin poder determinar por dónde, un arrastrar de pies sobre los guijarros del suelo.

Por mucho que lo disimulase, el conde observaba que la cintura de su querida se ensanchaba. Cuando, lleno de congoja, comunicó con ella esta observación, se echó a reír: Calla, tonto, lo notas porque ya lo sabes. ¿Quién va a sospechar porque esté un poquito más abultada? Muchas veces le gusta a una llevar flojo el corsé.

Calla, Martita; estás delirando... Vámonos, que el agua sube. Espera un momento... Hace una hora que estamos aquí y el viento no ha conseguido enfriarme las mejillas..., tengo cada vez más calor en ellas.

CLEOPATRA. No, no merece la pena; no tenemos miedo de vuestro acero. Pero acercaos, no temáis; no os morderé. ¡No sois muy valiente que digamos! Ayer, cuando nos arrancasteis brutalmente de los brazos de nuestros maridos, no erais tan tímidos... ¡Os digo que os acerquéis! ESCIPIÓN. Me felicito, señora... CLEOPATRA. ¡Calla! ¿Os felicitáis?

Chica, murmuró al oido de su vecina la que llamó fantoche á don Timoteo, ¿has visto qué falda? ¡Uy! ¡las cortinas del Palacio! ¡Calla! ¡y es verdad! Pues se llevan todo. ¡Verás como se hace un abrigo con las alfombras! ¡Eso no prueba más sino que tiene ingenio y gusto! observó el marido, reprendiendo á su esposa con una mirada; ¡las mujeres deben ser económicas!

Cuando le vió entrar, la infeliz dijo, casi sin poder articular las palabras: ¡Ah! Lázaro, Lázaro, oye ... te diré ... espera. Pero la voz se le anudó en la garganta, y no pudo hacer otra cosa que llorar como un niño. ¿Qué me vas á decir? Calla exclamó Lázaro con voz colérica.

Me ha contado que le había amado á usted mucho ... Y por su actitud, por el tono con que me hablaba, juraría que aún.... ¡Calla, desgraciado! interrumpió Fortunato con un ademán de horror. Gracias á Dios esto libre de ella y el diablo mismo no me haría ponerme voluntariamente en su presencia ... ¡Calla! ¿has cambiado la cabeza de tu desposada?