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Casi se había decidido a renunciar a su amistad. Pero Fernando la interrumpió: Todo ha terminado: se lo juro... ¡Terminado para siempre! Yo no tengo en el buque otra amiga que usted. Y lo decía de todo corazón, contento de estar al lado de Mina, satisfecho de la ternura con que ella le contemplaba.

Durante la larga travesía había leído todos los volúmenes que llevaba con él y los de la biblioteca del buque, que por cierto no eran nuevos ni abundantes. Una tarde, cuando el paquebote debía hallarse cerca de la antigua Tierra de Van Diemen, el ingeniero, que dormitaba tendido en un sillón del puente de paseo, vió un libro abandonado en el sillón inmediato.

Se pierde importancia, se desvaloriza, como dicen allá, y los amigos que esperan con interés vuelven de pronto la espalda... ¡La novedad! ¡El ser de uno nada más, para que pueda darse importancia y sus amigos le tengan envidia! Usted no sabe lo que en América se paga esto, mon cher. Vale tanto como un vestido chic y mucho más que la hermosura... No; aquí, en el buque, nada.

El mísero laúd antojábasele al muchacho un navío almirante, un buque encantado, navegando por el mar de la abundancia. La cena de aquella noche era la primera cena seria que había hecho en su vida.

La calle de estribor estaba inundada de luz; la de babor guardaba la humedad del mangueo reciente, con una fresca penumbra de galería subterránea. Corría la sombra del buque sobre las aguas unidas y tranquilas, como una silueta chinesca. En su lomo se marcaban los perfiles de botes y pescantes y la masa cuadrangular de la chimenea.

Los dos tenían en el cerebro iguales pensamientos, pero evitaban su exteriorización por un pudor de hombres enérgicos, temiendo que fuesen interpretados como preocupaciones del miedo. Al cerrar la noche, cuando se retiraban al vapor, el piloto se atrevió á romper este silencio. ¿Por qué no abandonas la navegación?... Eres rico; además, te darán por tu buque lo que pidas.

Pero juzga mal lo que vió y creyó un acto mío feliz... ¡Feliz!... Oigame. ¡El buque parte dentro de un momento, y esta vez no vuelvo más... Le cuento esto a usted, como si se lo pudiera escribir, por dos razones: Primero, porque usted tiene un parecido pasmoso con lo que era yo entonces en lo bueno únicamente, por suerte.

Deseaba bajar a la penúltima cubierta sin ser advertido. A estas horas podía llamar la atención verle en las profundidades del buque, a él, que tenía su camarote en el mismo piso del comedor. Las recomendaciones de Isidro le hicieron pensar con cierta inquietud en los jóvenes de la banda.

Venía éste de la enfermería de ver a Pachín Muiños, el emigrante que preguntaba a todas horas cuándo llegaba el buque a Buenos Aires. Hombre perdido dijo el de la comisaría . El médico lo ha desahuciado; pero él sigue entre la vida y la muerte, y cuando habla, es para preguntar siempre lo mismo: «¡Buenos Aires!... ¿Cuándo llegamos a Buenos Aires?».

Razonte y su criado Carlino, que es el gracioso, alcanzan nadando la Sierra, por haberse ido á pique, en una tempestad, el buque que los traía; los pescadores de la costa los acogen hospitalariamente, y son llevados á la casa de un rico molinero, llamado Butrago, en la cual permanecen muchos días.