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Al ir hacia proa, vio apoyados en la barandilla a Ojeda y Mrs. Power, mirando el mar, con los codos y los flancos en apretado contacto. La brisa retorcía como espirales de fuego algunos rizos de la norteamericana que se escapaban de un sombrerillo de tela de oro.

Yo he navegado siempre con las velas desplegadas en un mar de aceite, iluminado por el sol radiante, empujado por la brisa y acompañado de las musas y las gracias. Estoy acostumbrado a vencer; he hallado en la vida todas las puertas abiertas y todos los corazones también.

La noche era espléndida; sobre un cielo sereno se extendía el vapor majestuoso de la vía láctea, semejante a una gran veta de ópalo sobre una bóveda de zafiro. La luna, ya en sus últimos días, atravesaba el espacio como una galera antigua; la fresca y tibia brisa del mar llevaba en sus ráfagas unas cuantas nubes blancas. El alma del mundo inundaba el espacio.

El nuevo régimen, la higiene, el Vivero... usted... yo... los alimentos sanos... la leche... el aire... el heno... el tufillo del establo... la brisa de la mañana... etc., etc. Basta, basta; comprendido... la higiene... la leche... el olor del ganado... ¡magnífico!... ¡De modo que Ana está salvada! señor. ¿Porque esta nueva exageración no puede llevarnos a nada malo?...

Hubo muchos que, rodando, se dejaron ir hasta los empalletados, y de allí se arrojaron al mar, preveyendo todo el horror de la suerte que estaba destinada a sus compañeros. Ya se han quedado allí dijo el maestro Durand a Kernok cuando hubo vuelto a bordo. Bien respondió Kernok ; la brisa sopla del Sud. Con esta mesana por vela y los juanetes en lugar de las gavias, podemos continuar la ruta.

Santos Vega, tus cantares No te dieron fama y gloria, Mas viven en la memoria De la turba popular; Y sin tinta ni papel Que los salve del olvido De padre á hijo han venido Por la tradicion oral. Bardo inculto de la pampa, Como el pájaro canoro Tu canto rudo y sonoro Diste á la brisa fugaz; Y tus cantos se repiten En el bosque y en el llano, Por el gaucho Americano, Por el indio montaráz.

No había milagro; el sol iba á salir, la mañana prometía ser magnífica, la brisa era deliciosamente fría, las estrellas en el oriente palidecían y los gallos cantaban á más y mejor. Aquello era mucho pedir; ¡más facil le era á la Virgen enviar los doscientos cincuenta pesos! ¿Qué le cuesta á ella, la Madre de Dios, dárselos?

Esta vez, exclamó alegremente el soldado viendo alejarse al viajero, si atrapo el cáncer del fumador, no será con colillas... Y encendiendo voluptuosamente un cigarro de banquero, continuó su interrumpida ronda de vigilancia. Hacía un calor sofocante apenas dulcificado por la brisa del mar.

Ya menguaba su anchura como comprimida por los abruptos cantiles que se alzaban en una y otra margen alpestre, ya dilatándose el estrecho formaba ingente lago, en cuya faz, que apenas rizaba la brisa, se reflejaban la luz del cielo, ora nubes obscuras, ora el sol refulgente, y los escarpados cerros que parecían circundar el agua formando anfiteatro.

El huerto, en cambio, permanecía en su tranquilo y poético sosiego primaveral, con una brisa fresquita que columpiaba las últimas flores de los perales y cerezos, y acariciaba el recio follaje de las higueras, a cuya sombra, en un ribazo de mullida grama, se tendieron ambos presbíteros, no sin que don Eugenio, sacando un pañuelo de algodón a cuadros, se tapase con él la cabeza, para resguardarla de las importunidades de alguna mosca precoz.