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¡Y qué grato es el pasearse por ellas en los hermosos días de la estación de las flores bajo un cielo purísimo, respirando la atmósfera embalsamada, mientras la brisa suave mece con dulce murmullo las hojas de los árboles!...

Es una cosa sin nombre Como esas blancas visiones, Que en largas meditaciones Pasan con vuelo fugaz; Ó como el blando murmullo Que se oye en la selva umbría, Cuando de la noche fria Sopla la brisa fugaz.

Ella le hacía el nudo de la corbata, ella sacudía el polvo de su traje, ella le echaba al cuello un pañuelo de seda para preservarlo de la húmeda brisa.

Tiene el azul del Arte, la blancura del lirio y la rojez de Marte, por tres timbres gloriosos de su ilustre blasón. Sonríe, si la hiere la silbante metralla. Es su soñada gloria caer en la batalla, teniendo por sudario su santo pabellón. Es suave como el ritmo de las flautas bucólicas, que ensaya dulcemente en notas melancólicas, entre las verdes cañas, la brisa vesperal.

El azul del golfo era de una intensidad rabiosa allí donde no reflejaba el sol; las costas parecían de ocre; las casas tenían unas fachadas chillonas; y sin embargo, todos estos elementos discordes se compenetraban y se fundían en un ambiente armonioso, discreto, de dulce elegancia. La vegetación temblaba bajo la brisa con arreglo á una medida.

La enlacé estrechamente y la imaginación debió traerme, como una brisa en aquel momento, el suave perfume de Fernanda. Blanca reclinó su mejilla sobre mi hombro, el muelle contacto de sus senos estremeció mi pecho, tomele la mano con fuerza y rodeando su talle flexible y admirable, la danza lasciva nos arrebató en su torbellino.

Dio precipitadamente la vuelta y se metió por un callejón que lindaba con la travesía del Puerto, desembocando en el muelle. Ofreciose de pronto a sus ojos el agua negra de la bahía, que no alumbraban la luna ni las estrellas, y donde los barcos inmóviles parecían más negros aún. Arrimose al parapeto. Una brisa salitrosa, picante, le envolvió la faz.

Porque todo en la hora canicular concuerde, Ni un hálito de brisa cruza la extensa y verde Paz del campo, ni un ave en el azúl se pierde. Un mango aislado eleva su centenaria fronda Junto a un punsó enano de giba aguda y monda, Que las hormigas alzan para que en él se esconda El nunu vigilante que por las mieses ronda.

Los había que estaban ya segados y exhalaban por sus heridas todavía abiertas el calor almacenado en su seno. Otros conservaban su onduloso manto de espigas, que empezaba á estremecerse bajo los primeros soplos de la brisa nocturna. Las máquinas agrícolas se destacaban sobre el rojo sombrío del horizonte como animales monstruosos que empezasen á surgir de las profundidades de la noche.

Durante media hora desfilaron por el vulgar ambiente del salón imágenes de enormes pagodas de techos superpuestos, vibrantes á la brisa, como un arpa, con sus filas de campanillas; ídolos monstruosos tallados en oro, en bronce ó en marfil; casas de papel, tronos de bambú, muebles de nacaradas incrustaciones, biombos con filas de cigüeñas volantes.