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Pero vuelve los ojos a estotra parte y verás delante y en la frente destotro ejército al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, príncipe de la Nueva Vizcaya, que viene armado con las armas partidas a cuarteles, azules, verdes, blancas y amarillas, y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado, con una letra que dice: Miau, que es el principio del nombre de su dama, que, según se dice, es la sin par Miulina, hija del duque Alfeñiquén del Algarbe; el otro, que carga y oprime los lomos de aquella poderosa alfana, que trae las armas como nieve blancas y el escudo blanco y sin empresa alguna, es un caballero novel, de nación francés, llamado Pierres Papín, señor de las baronías de Utrique; el otro, que bate las ijadas con los herrados carcaños a aquella pintada y ligera cebra, y trae las armas de los veros azules, es el poderoso duque de Nerbia, Espartafilardo del Bosque, que trae por empresa en el escudo una esparraguera, con una letra en castellano que dice así: Rastrea mi suerte.

Ellas son las que tuercen con más facilidad la dureza de la justicia.... No; las mujeres no tienen nada que pedir á Dios, pues todo lo reciben de los hombres.... Y los hombres, cuando trabajan por la gloria, por la ambición ó por amor al dinero, no hacen en el fondo mas que trabajar por ellas y para ellas. Reverbera en las blancas fachadas el sol de las primeras horas de la tarde.

La muchedumbre rió al ver la cara del coloso adornada con estas vedijas blancas, y tal fué su entusiasmo, que, rompiendo con irresistible empuje la línea de jinetes, llegó hasta muy cerca de los enormes pies.

Es notable sobre todo por los tejidos de seda, lana, algodon, lino y cáñamo, la fabricacion de armas blancas y muchos objetos de quincallería, la de máquinas de vapor y muchos aparatos mecánicos é instrumentos de todo género, y la de productos químicos de muy extenso consumo. Esa activa fabricacion está concentrada principalmente en las grandes ciudades, que son numerosas en la Prusia rineana.

Las olas blancas de la niebla ruedan por la superficie de aquel mar, no con la regularidad de las líquidas, sino con majestuoso desorden en que se pierde la mirada. Aquí se las ve hervir, hincharse en trombas de humo y desparramarse después en copos como la nieve y desaparecer en el espacio; allá se abren como valles llenos de sombras.

Como aquel valle era más abierto, la brisa de la noche no había dejado reposar la bruma sobre el río: manteníala en las orillas formando dos blancas murallas gaseosas, por medio de las cuales el agua se deslizaba suavemente, despidiendo reflejos plateados. Por encima se extendían los pardos castañares, arraigados en las faldas de las colinas.

Junto a tenían unas como sábanas blancas, con que cubrían alguna cosa que debajo estaba; estaban empinadas y tendidas, y de trecho a trecho puestas. Llegó don Quijote a los que comían, y, saludándolos primero cortésmente, les preguntó que qué era lo que aquellos lienzos cubrían.

Veíase en ella una larga mesa de madera blanca, libros, manuscritos, anaqueles con colecciones, álbums encuadernados en brocato de seda; pendientes de la pared había armas japonesas, estampas, grandes mapas geográficos, y entre ese desbarajuste de viajes y de estudios, el coronel tendido sobre su cama, con sus largas barbas blancas sobre su pecho, y la pobrecilla sobrina llorando de rodillas en un rincón.

Quejabáseme el mal ciego, porque al tiento luego conocía y sentía que no era blanca entera, y decía: "¿Qué diablo es esto, que, después que conmigo estás, no me dan sino medias blancas, y de antes una blanca y un maravedí hartas veces me pagaban? En ti debe estar esta desdicha."

Picaron los caballos para dejar atrás la chiquillería que corría tras ellos, y las callejuelas de azul empedrado y blancas paredes estremeciéronse con el rítmico chocar de las herraduras.