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Todos se pusieron al momento en pie, y hubo unos cuantos que se apresuraron a acercarse a las chalupas, que estaban atadas en la playa. El Capitán y Cornelio, que dormían en una tienda, mientras Hans y Van-Horn se habían quedado en el junco, fueron bien pronto advertidos del hecho. ¿Se tratará de una señal? preguntó el joven.

583 Toda cubierta de sangre aquella infeliz cautiva, tenia dende abajo arriba las marcas de los lazazos: sus trapos echos pedazos mostraban la carne viva. 584 Alzó los ojos al cielo en sus lágrimas bañada; tenía las manos atadas; su tormento estaba claro; y me clavó una mirada como pidiéndome amparo.

Sancho Panza se le inclinó con mucho comedimiento, y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones, y la acomodaron en el carro de los bueyes. Capítulo XLVII. Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos

El bote estaba más allá de los pantanos. Nos decidimos e hicimos nuestros últimos preparativos; cada uno llevaría su ropa, una lima y cuatro o cinco chelines en una bolsa, todo envuelto en un trozo de tela impermeable, formando un paquete, atado a la espalda. Las lías pequeñas para sujetarnos al pie las sandalias de madera las llevaríamos, mientras íbamos nadando, atadas al cuello.

Materne tuvo la idea de disparar contra el caballo, pero no se atrevió a hacerlo porque iba demasiado de prisa. Apenas hubo llegado al bosque de bayonetas enemigas, Riffi desapareció. Todo el mundo creyó que había muerto asesinado; pero una hora después se le vio pasar por la calle Mayor de Grand-Fontaine, con las manos atadas a la espalda, seguido del caporal schlague, que empuñaba una baqueta.

Entonces saltó fuera de enmedio de aquella canalla un cruelísimo verdugo, arrastrando un condenado como á un vilísimo jumento, atadas las manos y los piés con cadenas de acero ardiendo; traía á la garganta un collar ancho de hierro que le forzaba, mal de su grado, á tener derecha la cabeza para su mayor confusión y vergüenza: daba en tierra á cada paso por la violencia con que el inhumano verdugo le tiraba; pero los demonios que venían detrás, con una tempestad de azotes que llovían sobre su cuerpo y con otras cruelísimas befas, le obligaban á caminar.

Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como conclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.

Se abrió la puerta y entró un viejo mendigo envuelto en una anguarina parda, con una de las mangas atadas y convertida en bolsillo. Dantchari el Estudiante le conocía y dijo que era un vendedor de canciones a quien tenían por loco, porque cantaba y bailaba recitándolas. Se sentó Ipintza, el Loco, a la mesa y le dió el posadero las sobras de la cena.

Don Quijote iba sentado en la jaula, las manos atadas, tendidos los pies, y arrimado a las verjas, con tanto silencio y tanta paciencia como si no fuera hombre de carne, sino estatua de piedra.

Deteníanse los carros ante la puerta, todas las rejas de la calle tenían cabalgaduras atadas a sus hierros, y dentro de la casa sonaba el zumbido de la rústica aglomeración.