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Y los dos jóvenes se abrazaron en la entrada de la casucha, juntando sus bocas sin ningún estremecimiento de pasión carnal, manteniéndose largo rato unidos, como si despreciasen el escándalo de las gentes, como si con su amor desafiaran los aspavientos de un mundo viejo que iban a abandonar.

Pero el cuñado protestaba con grandes aspavientos al oír esto. ¡Qué barbariá! ¡Lo que sois las mujeres!

Unos cuantos besos en la mano, cuatro palabras agradables; algunas bromas crueles de camarada que tiene conciencia de su superioridad... todo esto había conseguido después de muchos meses de asidua corte, de resistir a su madre, viviendo en su casa como un extraño, sin cariño y bajo miradas de indignación; de entregarse por entero a la maledicencia de los enemigos que le suponían liado con la artista y hacían aspavientos en nombre de la moral.

Pero ni tuvo tiempo de asustarse porque vio entrar a Nicolás haciendo aspavientos de júbilo, el rostro encendido, los ojos chispos, y llegándose a su cuñada le dio un fuerte abrazo: «Denme todos la enhorabuena... Ya... al fin... No ha sido favor, sino justicia. Pero estoy muy agradecido a las personas que...». ¡Gracias a Dios!

¿Pero qué ha hecho? exclamó doña Paulita, la santa. Elías contó la aparición del militar en su casa; contó los antecedentes peligrosos de Clara, su deseo de parecer bien, la compra de las flores, las composiciones del vestido, y las tres damas comenzaron á hacer aspavientos. Salomé entonó un sermón, y doña Paulita se hizo cuatro cruces desde la frente al estómago y desde un hombro á otro.

No tomemos a broma estas graves cosas, Sr. D. Luis dijo algo amoscado el que podremos llamar vencedor de Ceriñola , ni nos escandalice a la vecindad con sus aspavientos.

Visitar a la tal no le parecía digno, habiendo hecho tantos aspavientos en contra suya; pero estar muchos días sin verla y averiguarle las faltas, si las tenía, era imposible. Hubiera deseado verla por un agujerito. Con el sobrinillo no quería la señora dar su brazo a torcer, y siempre se mostraba intolerante, aunque ya con menos fuego.

La espada había penetrado torcida, atravesando al toro y asomando su punta por uno de los costados, junto a una pata delantera. Todos gesticulaban y braceaban con aspavientos de indignación. ¡Qué escándalo! ¡Aquello no lo hacía ni un mal novillero!...

Todo el día se lo pasaba Obdulia cuidando sus macetas, y tanto las regaba, que en algún momento faltó poco para que se hiciera preciso atravesar a nado el trayecto desde la salita al comedor. Ponte la incitaba con sus ponderaciones y aspavientos a seguir comprando flores, y a convertir su casa en Jardín Botánico, o poco menos.

Huyó despavorido, como huían casi todos los chicuelos cuando les acariciaba el doctor. ¡Qué horrible fama la suya! Los curas de la población hablaban de él con terribles aspavientos. Era un impío, un excomulgado. Nadie sabía ciertamente qué alta autoridad había lanzado sobre él la excomunión; pero era indudable que estaba fuera del gremio de las personas decentes y cristianas.