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Si damos crédito á Blas Nasarre y Velázquez, poseyeron también una literatura dramática rica, y se dedicaron con predilección á los espectáculos teatrales. Modernos eruditos, como Conde y Moratín, refutan terminantemente este aserto, desprovisto al parecer de sólido fundamento.

Conviene advertir que la obra de Moreno, como escrita muy á la ligera, contiene varias inexactitudes; sin embargo, hay una circunstancia que en el caso presente puede dar fuerza á su aserto, y es, el añadir que en la clave del arco principal de la referida capilla mayor antigua se hallan esculpidas las armas del obispo D. Iñigo.

Robusta prueba de este aserto ofrece La venganza de Tamar, de Tirso, la cual, para facilitar su cotejo, se ha impreso en la nueva edición de Calderón, al lado de Los cabellos de Absalón, del mismo; la segunda jornada de la comedia de Calderón, desde el principio hasta el fin, no es más que una repetición literal de la tercera de Tirso.

Fundábase nuestra controversia en este aserto, que dábamos por sentado: en nuestra España apenas tiene el escritor el incentivo del lucro, o es tan ruin el incentivo que no debe suponerse que sea él y no el amor de la gloria quien a escribir estimule. La controversia era, pues, sobre si tal carencia, ineficacia o escasez de incentivo, era un bien o un mal para las letras.

Pronto veremos que esta regla capital de conducta fué observada por los poetas más importantes que representan este nuevo período, no oponiéndose á este aserto que otros dramáticos de rango inferior diesen á luz en él obras sin concierto ni orden, y que hasta los más caracterizados prescindiesen también alguna vez de sus preceptos.

Ponen por ejemplo de tal aserto la India y el Egipto, y no se ha de negar que son ejemplos que tienen fuerza. Sostienen, además, que la causa del atraso de Irlanda y de su humillación han sido la abundancia y la baratura de las patatas.

Los cocodrilos tienen las mismas carreras de dientes que los caimanes. Don Lorenzo sostuvo con brío su aserto. Le ayudó en la defensa don Rudesindo. Maza le atacó con no menos fuego, apoyado por Delaunay. Pronto entraron en liza otros cuantos socios generalizándose el combate, que fué haciéndose cada vez más vivo. Las voces eran horrendas.

Había, no obstante, tal pulcritud y aseo en todo el ser y hasta en el ambiente que circundaba y envolvía a aquellas mujeres, que, sin atinar con la explicación, el Conde creyó sentir como una corriente magnética, y se dió a imaginar que aquellas dos mujeres iban impugnando su aserto, y que cualquiera de ellas se consideraba, con sobrada razón, un argumento vivo, fortísimo e irresistible, contra sus fatuas afirmaciones.

¡Oh! ¿Y no se le ocurrió a usted la contestación a tan atrevido y antipatriótico aserto? preguntó con énfasis el diplomático. Yo le dije que aquí pensábamos arreglar todas esas cosas, y quitar la Santa Inquisición, y los diezmos, y los mayorazgos, como me decía el Sr. de Santorcaz. Doña María aferró sus manos a los brazos de la silla como si quisiera estrujar la madera entre sus dedos.

Un volcán de doce mil pies de elevación, tan grande como el Etna, despedía llamas. Nada de vegetación, ningún punto de reposo: sólo se ofreció á su vista una escarpada masa de granito donde ni la nieve se sostiene. No hay duda que aquello es la tierra. El Etna del polo, al que se dió el nombre de Erebus, allí queda con su columna de fuego para dar testimonio de este aserto.