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La sangre venosa, expulsada del corazón á los pulmones, se renueva al contacto del aire; se limpia de todos los productos impuros de la combustión interior, y, recibiendo de fuera el alimento de su propia llama, puede emprender de nuevo su viaje desde el corazón á las extremidades, llevando el calor de la vida desde las mayores á las más pequeñas arterias.

Pero en medio de este caos, en que más y más se embrollaban sus ideas, oyó no ya rumores sordos y fantásticos, cual tambores lejanos, como le habían parecido los latidos precipitados de sus arterias, sino un ruido claro y distinto, y que con ningún otro podía confundirse: el canto de un gallo.

Soy de los hombres que el dolor no abate ni la implacable adversidad humilla; luz de esperanza en mis pupilas brilla, hirviente sangre en mis arterias late. Me enamoran los lances del combate y abandono a la mar mi fuerte quilla, buscando, como el nauta de Castilla, tierra que ante mis ojos se dilate.

Aquello eran tierras: siempre verdes, con las entrañas incansables engendrando una cosecha tras otra, circulando el agua roja á todas horas como vivificante sangre por las innumerables acequias y regadoras que surcaban su superficie como una complicada red de venas y arterias; fecundas hasta alimentar familias enteras con cuadros que, por lo pequeños, parecían pañuelos de follaje.

Estudiar los museos, los palacios, las bibliotecas y los parques de Lóndres es detenerse ante las manifestaciones soberbias del lujo de la civilizacion, mas aristocrática en la Gran Bretaña que en ningun otro pais. Pero contemplar sus Docks, principalmente los de Lóndres y Liverpool, es asistir al movimiento de las arterias de ese pueblo mercantil y cosmopolita por excelencia.

Desde el Plata remontan aguas arriba algunas navecillas tripuladas por italianos y carcamanes; pero el movimiento sube unas cuantas leguas y cesa casi de todo punto. No fué dado a los españoles el instinto de la navegación que poseen en tan alto grado los sajones del Norte. Otro espíritu se necesita que agite esas arterias en que hoy se estagnan los flúidos vivificantes de una nación.

Valera se había rascado la cabeza con señales de alegría y Cañete le había dirigido una sonrisa de aprobación. Del aspecto teórico pasó después al práctico y narró con prolijidad todas las intrigas, todas las arterías de que se valían sus contrarios para arrancarle la cátedra. Particularmente Alvarez, el infecto Alvarez no reparaba en valerse de los medios más reprobados, más odiosos.

Pero para adquirir la idea completa, no basta recorrer las grandes arterias de Lóndres donde está acumulada su vitalidad: al contrario Lóndres tiene dos caras, la una que aterra y acongoja, y otra que deslumbra. Es preciso verlas ámbas casi simultáneamente, y compararlas sin prevencion, para comprender los contrastes asombrosos del conjunto.

Mis cabellos están blancos y rígidos, mi piel árida y arrugada, mi boca contraída. Y luego estoy flaco, muy flaco. Debajo de mi piel, que me viene muy ancha, se pueden contar mis ligamentos y mis arterias. ¡Ah! sin duda estoy loco... ¡loco! ¡Bah! no hay que afligirse por eso.

Es C. de la Real Academia Española. Mi sangre tiene un alma que es alma de titanes. Sangre de Solimanes corre por sus arterias, que siempre latirán. Tiene el pecho templado al fragor de la guerra. Bajo sus pies de atleta se estremece la tierra, porque enciende sus nervios la flama de un volcán. Es tricolor su enseña.