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El ancla fue arrojada á 50 metros de distancia, y todo el mundo, por gozar de las emociones del trabajo, fué á mezclarse con los marineros para darle vuelta al torno de proa y hacer salir el buque del banco de arena que lo rodeaba.

Lord Gray abriendo los ojos, con voz débil habló así: ¡Doña María! ¿Por qué tomaste la figura de este amigo?... Si tu hija entra en el convento, la sacaré. La condesa de Rumblar se alejó con presteza de allí. Movido de un sentimiento compasivo, acerqueme a lord Gray. Aquella hermosa figura, arrojada en tierra, aquel semblante descolorido y cadavérico me inspiraba profundo dolor.

Una moneda arrojada al aire indicó que Fabrice debía tirar el primero; rompió, pues, sus fuegos y alojó sus dos primeras balas en el interior del segundo círculo; Pierrepont, más inhábil esta vez, o menos dichoso, perdió una de sus balas en la plancha, la otra tocó el cartón. Este primer pase aseguraba, por consecuencia, cuatro puntos a Jacques y uno solo a Pierrepont.

La santidad del lugar, la grandiosidad de las ceremonias, la melodía imponente que resonaba en el recinto sagrado, los vapores del incienso mezclándose con el humo de las antorchas funerarias, un sacerdote augusto elevando al Todopoderoso las oraciones de la multitud, una muchedumbre piadosa haciendo un llamamiento a la misericordia inagotable del Creador sobre la tumba de la criatura, el mismo Dios, bajando para reunir a los fieles al pie del trono de su padre y cerca de , en aquella caja , bajo las tristes vestiduras de la muerte, una joven que no había tenido tiempo aún de recibir los besos del esposo amado y que tan pronto había trocado las rosas por los cipreses, las delicias de la primavera por los secretos del porvenir, el lecho nupcial por una fosa, ¡una virgen que no se había despojado aún del traje de novia y se veía arrojada para siempre a la tierra húmeda y profunda, a merced de todas las intemperies y de todas las inclemencias! ¡Inocente Cornelia! ¡Ayer ¡ay! llena de perfecciones y de bellezas, hoy inanimada por la muerte!

Aquello no era aldea ni tampoco ciudad; era una piltrafa de capital, cortada y arrojada por vía de limpieza para que no corrompiera el centro.