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Don Pedro Rey de Aragon no se hallaba entónces con fuerzas para poder tomar satisfacion de la muerte de Manfredo y Coradino, ni después de ser Rey le dieron lugar las guerras civiles, porque los Moros de Valencia andaban levantados, y los Barones y Ricos hombres d Cataluña estaban desavenidos y mal contentos; y tambien porque mostrándose enemigo declarado de Cárlos, provocaba contra las armas de Francia, y las de la Iglesia, formidables por lo que tienen de divinas; los Reinos de Sicilia y Nápoles lejos de los suyos, sus armas ocupadas en defenderse de los enemigos mas vecinos.

Al rededor se veían por todas partes monumentos en que había esculpidos escudos de armas; y en esta sencilla losa, como el curioso investigador podrá aún discernirlo, aunque se quede confuso acerca de su significado, se veía algo á semejanza de un escudo de armas.

Señor Vocal Presidente del mando de las armas: lo que no puede ni debe ser, por muchas razones de la mayor consideracion.

Todos los ciudadanos hábiles están en la obligación de servir desde los veinte hasta los cuarenta y cinco años, siendo, por lo general, de un año la duración del servicio activo. Los ciudadanos naturalizados están exentos del servicio de las armas por el período de diez años.

La observación de Schlegel, calificando de majestuosa hipérbole á esa manera especial de presentarnos la historia romana, no tiene, al parecer, fundamento serio. Las armas de la hermosura. La historia de Coriolano es una de las obras más desgraciadas de Calderón.

Si te atacan algunos merodeadores, ellos te auxiliarán; pero si es una columna o un pelotón, no harán nada y dejarán que te prendan. ¡Ellos van a dejar que me prendan! exclamó el cazador indignado ; yo quisiera ver semejante cosa. , Materne, y eso será lo más sencillo, porque a un hombre desarmado se le suelta pronto; pero a un hombre que lleva armas se le fusila.

Aunque Ramiro había mirado siempre con aristocrático desprecio a todo aquel que envilecía sus manos en los oficios mecánicos, pensó esta vez que la sabia fabricación de las armas debiera estar exenta de villanía, como faena preclara puesta al servicio de las más altas empresas.

Cada uno toma su fusil, elige su blanco y a un tiempo se hace fuego. Las armas que se emplean son carabinas Rémington, Spéncer, Winchester, etc.

Y miraba en torno, como un caudillo que se prepara para repeler un largo sitio. Sus ojos encontraron la escopeta colgando del muro entre los adornos de conchas. ¡Muy bien! Debía cargar con bala los dos cañones, y encima un buen puñado de postas o perdigón grueso. Esto nunca está de más. Así lo hacía su glorioso abuelo. Después fruncía el entrecejo al ver el revólver abandonado sobre la mesa. ¡Muy mal! Las armas cortas son para llevarlas encima a todas horas.

Sacó el mozo una bolsilla de brocado, donde dijo que iban cien escudos de oro, y dióselos a la vieja; pero no quería Preciosa que los tomaste en ninguna manera; a quien la gitana dijo: Calla, niña; que la mejor señal que este señor ha dado de estar rendido es haber entregado las armas en señal de rendimiento; y el dar, en cualquiera ocasión que sea, siempre fué indicio de generoso pecho.