United States or Indonesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aquella sonrisa dulce de la naturaleza asomando a los tragaluces de la lóbrega cripta parlamentaria le hizo pensar en sus campos de naranjos, y por un capricho de la imaginación vio praderas cubiertas de flores, damas vestidas de pastoras como en los abanicos antiguos bailando sobre la punta de sus tacones al son de juguetones violines, y sintió un impulso de acabar en cuatro palabras, de tomar el sombrero y huir para perderse en las arboledas del Retiro.

El tendero había preparado petardos y los bomberos, igualmente aptos para apagar que para encender, se habían encargado de las bengalas que debían iluminarlas arboledas del jardín. El salón pequeño había sido prudentemente reservado por la señorita Guichard para el caso de que alguien se sintiera fatigado ó indispuesto en medio de aquellos regocijos, y allí fué á donde ella se dirigió.

Iba surgiendo del fondo del río una nube blanca con negros manchurrones; algo que subía y subía lenta y continuamente, como una aparición teatral por la boca de un escotillón. La parte blanca e irregular de la nube eran casas; lo negro, arboledas de jardines. Alguien en la proa rompió a aplaudir con el irresistible entusiasmo de las muchedumbres en las reuniones populares.

Lo que ellos admiraban ahora era la faja amarilla de la costa, que iba desarrollando ante el buque sus entrantes y salientes. Veíanse faros, de cuyos vidrios arrancaba el sol una flecha roja; pinceladas blancas que eran pueblos, y masas obscuras, largas, uniformes, que eran arboledas. Comenzaba a dudar el valentón, sumido en el silencio.

Por las ventanas de todas sus habitaciones, que dan al septentrión, se descubre: primero, una faja de vega, de un kilómetro de ancho, que va á morir en el río; luego el mismo río, orlado de pomposas arboledas, y, á su otra margen, un segundo anfiteatro, que es la Vera de Plasencia, y que termina en las perpetuas nieves de las Sierras de Jaranda y de Gredos.

Repicaban alegremente en el campanario de una aldea cercana, y del profundo lecho del Pedregoso, protegido por los ahuehuetes y los álamos, se alzaba espesa y se desvanecía vagarosa blanquecina nube que velaba las arboledas. ¡Qué largo me parecía el camino! ¡Con qué ansia me aguardarían mis tías! ¡Qué anhelo el mío por llegar a la ciudad!

No corre el Paraguay tanto furioso, Y es un rio mayor que él de Sevilla, De vista y parecer es muy gracioso, Con ribera vistosa y linda orilla. De frescas arboledas muy copioso, Y en partes prado verde á maravilla. Tambien tiene en los valles mas cercanos Lagunas, negadizos y pantanos. Una laguna tiene de gran fama Llegada al Ipití que dicho habemos.

A la hora del almuerzo, los pasajeros comieron apresuradamente, deseando volver cuanto antes a la cubierta. Esperaban ver Buenos Aires de un momento a otro. Se iba aproximando el trasatlántico a la ribera argentina. No alcanzaba a distinguirse ésta por ser muy baja, pero sobre la línea del agua extendíanse algunos borrones horizontales, siluetas de lejanas arboledas.

Acerqué el caballo a la puerta principal. ¡Cómo me río ahora de aquellas timideces mías! Cerca de la hacienda, al descubrir el caserío a través de las arboledas, me sentí tentado de volverme a Villaverde, y desde allí escribir cuatro letras, dar las gracias al señor Fernández, y renunciar al destino.

En el coronamiento de la torre, una tronera que había servido en otros tiempos para un pequeño cañón recortaba su tajadura sobre el azul del cielo. A un lado del promontorio, cortado a pico sobre el mar, descendía el terreno, cubriéndose de verde con arboledas bajas y frondosas, entre las cuales asomaba la mancha blanca de un exiguo caserío.