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Eso lo veremos bien pronto. ¿A qué debo la honra...? ¿Y lo preguntas? ¿No lo adivinas? Pues debieras saberlo, puesto que acaba de salir de aquí ese cachalote.... No sea usted cruel, señora; el pobre Manolín un cachalote.... No te hagas más tonto de lo que eres; me refiero al Padre Alesón. ¡Ah! ¡Ah! Te has quedado boquiabierto. Pues yo vengo a lo mismo que el fraile. ¿Qué habéis hablado?

¡Ya lo creo, como que sólo eres el inteligente! exclamó vivamente el concejal . Mira, Cobo, aquí el general puede hablar porque tiene motivo, ¿estamos?... pero debes callarte porque me gastas una oreja como la de una cocinera. Pero hombre, ¿por qué se picará tanto Ramoncito, en cuanto usted le dice algo? preguntó el general riendo.

Levantose, y mirando a la pobre joven con más lástima que cólera, le dijo: «Si tan convencida está usted, acuda usted a los Tribunales. Acudiré exclamó Isidora con firme convicción. Entretanto, es inútil que disputemos aquí. Puede usted retirarse». La marquesa intentó tirar del cordón de la campanilla.

El corazón de éste era impresionable hasta el exceso, y de aquí que olvidase pronto su pasión, dominado por otra nueva.

Los gritos de los niños cuya causa se ignora, ceden muy bien á este medicamento, y todo lo mas que puede ocurrir, es el recurrir á veces á la belladona; debiéndose comprender que no hablamos aquí del grito cefálico.

Las relaciones entre una y otro eran puramente de fórmula, hasta que a Nicolás, en uno de los viajes que hizo a Madrid, se le ocurrió entregar a la tía sus ahorros para que se los colocara, y véase aquí cómo se estableció entre estas dos personas una corriente de simpatía convencional que había de producir la amistad.

Algo concedo á esta consideracion; creo tambien que hay vicios orgánicos en la existencia de los grandes centros, de los grandes focos, de las grandes acumulaciones. Creo tambien que la centralizacion causa daños hasta en el censo de poblacion; pero esta creencia no me explica todo lo que aquí veo.

25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. 26 Y ella dijo: ¡Ruego señor mío! [Como] vive tu alma, señor mío, yo [soy] aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando al SE

Sabemos que el cuerpo A se mueve con cierta velocidad que medimos por la relacion del espacio con el tiempo; al llegar al lugar en que se encuentra B, este comienza á moverse en la direccion y con la velocidad correspondiente. Aquí hay sucesion de fenómenos en el tiempo y en el espacio; fenómenos sometidos á reglas constantes, de las cuales nos cerciora la experiencia.

Y a punto que Izquierdo le sacaba, resonó la voz de Juan Evaristo con agudísimo timbre, y entraba Segismundo, asombrándose mucho de ver al filósofo otra vez allí. x «¡Demonio de chico! dijo a Izquierdo cuando volvía de acompañar hasta la puerta al señor de Rubín . Hay que tener mucho cuidado con él y no perderle de vista cuando entra aquí.