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Apolonio se acerca a la monja, y con fuego contenido, porque si alguno espía no se percate, susurra: ¡Ángel consolador del alma mía! Te adoro; yo te adoro noche y día. Eres al par consuelo y desconsuelo, fulgor y palidez, igual que el cielo. El día y la noche, por manera rara, se representan en tu hermosa cara. De este lado es serena y sin reproche, de palidez mortal; Diana, la noche.

Novillo salió nuevamente a la puerta, sin haber escuchado ni una sola palabra de la ingeniosa disertación de Apolonio, y éste volvió a trabajar detrás del mostrador.

Por desdicha, pasaban los meses y no venía ninguna compañía dramática. La poesía fué estrechando más y más la amiganza entre Novillo y Apolonio. Novillo celebraba mucho los poemas amatorios de Apolonio, y siempre que componía uno nuevo se lo pedía para «empaparse» en él, decía, leyéndolo a solas.

En efecto; es usted un gran artista murmuró Novillo, enjugándose unas lágrimas; era sobremanera sentimental . Como presidente de la Junta de abonados que soy, le prometo que haré estrenar su drama por la primera compañía dramática que venga a Pilares. Apolonio hubiera abrazado a Novillo; pero no quería descomponer la majestad de la figura.

Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie distinta y acaso de naturaleza superior. A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es clarividente; pero mira con vidrios de aumento.

¡Caracho, lo que usted sabe, amigo Apolonio! exclamó Novillo, sinceramente deslumbrado. Pues ya sabe usted tanto como yo, don Anselmo. Y si usted desea más detalles, le dejaré unas cuartillas manuscritas, tituladas «Podotecología estética, o historia del calzado artístico», que para escribió mi amigo Valeiro, y que es de donde yo he tomado los datos.

El telegrama de Apolonio decía: «De vuelta en Castrofuerte me informan que soy heredero de fortuna fabulosa. Iré a buscarle en seguida. Viviremos juntos una vida venturosa. PedroEl telegrama de Belarmino decía: «Estoy salvada. Pedro me ha salvado. El mismo Pedro le sacará de ahí y le traerá conmigo en seguida. Seremos todos felices. Angustias

En el fondo, tan en el fondo que ni él mismo se daba cuenta, Apolonio se sentía orgullosísimo, creyéndose en aquellos momentos un personaje trágico de verdad e imaginando inspirar a la duquesa fuerte interés patético. ¡Bah! Temí, al verte, que se trataba de algo grave. Siéntate. Aunque hay que resolver de prisa, para resolver de prisa hay que pensar despacio. Siéntate.

Una mañana, Felicita entró en la zapatería de Apolonio, cosa acostumbrada; pero aquel día, la solterona llevaba desencajado el rostro, con expresión que pretendía ser colérica, y, sin embargo, dejaba recelar un placer oscuro. «¿Qué tripa se le habrá roto a esta vieja vestalpensó Apolonio.

Apolonio contaba con una buena parroquia. Pero no le interesaba tener parroquia. Lo que él quería era tener público, gente que le escuchase, que le celebrase y aun que le rebatiese. Apolonio se relacionaba con personas distinguidísimas. La de Somavia le invitaba alguna vez a su tertulia.