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La vida de familia, el ambiente del hogar, el apego a los hijos, la atención esclava del detalle doméstico, y Dios en el corazón más que en la lengua... Este era todo el saber, toda la ciencia que daba por fruto en los matrimonios hombres útiles y mujeres honradas.

Daba consistencia á esta idea el gran interés que el físico, como se decía en aquellos tiempos, manifestó desde el principio por el joven eclesiástico, á quién se apegó como uno de sus feligreses; y á pesar de la reserva natural de aquel, trató de ganarse su amistad y su confianza.

Nunca le tomó apego, como el Cura, a la caza mayor... en los breñales, se entiende, porque a la vera de su casa o al amor de la lumbre, se zampa un buey en dos sentadas, si hay quien se le ofrezca. Por eso y otras cosas, le llamamos los que bien le queremos, sin que a mal lo tome ni se ofenda, «Marmitón».

Ni ella se hartaba de preguntarlas, ni sus amigas se cansaban de responderla; pues si era muy grande la curiosidad de la una, mayor era el apego de las otras al papel de profesoras. ¡Con qué gravedad tan cómica le desempeñaban algunas veces, y qué mezclados solían andar en sus dictámenes el candor y la malicia!

Ven, ven, mi María, yo te libraré de que te arrebaten para el Africa; si tienes tanto apego a esta tierra infeliz, también ¡ay! yo le tengo por mi mal. Ven, ven, María, yo te daré todo gusto fuera de separarme de ti; yo quiero ser contigo, verte conmigo, y bajar a la tierra entre los brazos tuyos.

Casi todos los Valcárcel eran buenos mozos, aunque no tanto como el abuelo heroico, esbeltos; pero de palabra tarda, ceño adusto, voz ronca, trato oscuro y orgullosos sin disimulo; distinguíanse también por su apego exagerado a la capa, cuyo uso era excusado la mayor parte del año en los poblachones bajos, templados y húmedos, donde solían buscar novias.

Pero ¿le tomó tanto cariño a este último, que estuviese resuelto a seguir explotándole mientras a ello se prestase? No por cierto. Antes al contrario: a medida que se iba haciendo independiente, iba mirando con menos apego los reducidos horizontes de la aldea. No se acentuaba en él una ambición determinada, quizás porque se creía capaz de todo, en teniendo alas con que volar.

Estoy decidido... A me encanta la familia... Después de trabajar tantos años lejos de su pueblo, necesita uno descanso... No se puede vivir tranquilamente sino casado... rodeado de la familia... cuidando de sus intereses... Yo los tengo muy descuidados, bien lo sabes... A me roba cualquiera, y es porque no tengo ningún apego al dinero... ¿Para qué lo he de tener?

Y tercera, en fin, y de ésta me asombro más que de las otras todavía, de ese apego que todos tienen sin embargo a esta vida tan mala. Esto último bastaría a confundir a un ateo, si un ateo, al serlo, no diese ya claras muestras de no tener su cerebro organizado para el convencimiento; porque sólo un Dios, y un Dios Todopoderoso, podía hacer amar una cosa como la vida.

Era preciso vivir mucho tiempo a su lado para convencerse de que no era fea ni mala ni insoportable; y averiguado esto, se iba cayendo poco a poco en la cuenta de que era todo lo contrario, y hasta una alhaja para mujer de un marido de pocas necesidades intelectuales y mucho apego a la vida honrada y laboriosa de puertas adentro.