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Si es mía, si la maté yo... si estoy seguro de que fue mi tiro.... ¡Es lo más vanidoso!... ¡Anselmo! oye esto que digo: mañana al ser de día, ¿entiendes? te personas en casa de don Tomás, y le pides de mi parte, con la mayor energía y seriedad, la perdiz, esté como esté, ¿entiendes? y que no es broma, y aunque esté pelada, que quiero que me la restituya... Suum cuique.

¿Pues qué sucede, señora? dijo Anselmo cuidadoso, porque era un antiguo criado de la casa. Sucede que doy á mi padre la noticia de mi casamiento. ¡Cómo! ¿La señora se casa? Me he casado ya. ¿De secreto? No, por cierto; me casé anoche delante de testigos en la capilla real. El escudero se puso pálido y no se atrevió á preguntar más.

En efeto, él supo tan bien fingir la necesidad, o necedad, de su ausencia, que nadie pudiera entender que era fingida. Fuese Anselmo, y quedaron solos a la mesa Camila y Lotario, porque la demás gente de casa toda se había ido a comer.

»Fuese otro día Anselmo a la aldea, dejando dicho a Camila que el tiempo que él estuviese ausente vendría Lotario a mirar por su casa y a comer con ella; que tuviese cuidado de tratalle como a su mesma persona.

Desde Carlos IV hasta ahora terminó Pablo se han sucedido muchos gobiernos... Hoy reina Alfonso XIII de Borbón. ¿Estos gobiernos fueron siempre católicos? interrumpió fray Anselmo. Naturalmente, padre... ¿Alfonso XIII es joven? Muy joven; pero tiene la prudencia y la ilustración de un viejo. ¿Es casado? Hace meses. ¿Con una princesa de cuál casa?

La señora no ha oído llamar, está en su tocador... ¿quiere el señor que la avise? preguntó Anselmo. ¿Eh? no, no, deja... digo... si el señor Magistral quiere hablarme a solas... y se volvió el amo de la casa al decir esto. Bien, ; al despacho... entremos en su despacho.... Entraron. El temblor de Quintanar era ya visible. «¿Qué iba a decirle aquel hombre? ¿A qué venía?...».

»No dijo más Anselmo, pero bastó lo que había dicho para dejar corrido y confuso a Lotario; el cual, casi como tomando por punto de honra el haber sido hallado en mentira, juró a Anselmo que desde aquel momento tomaba tan a su cargo el contentalle y no mentille, cual lo vería si con curiosidad lo espiaba; cuanto más, que no sería menester usar de ninguna diligencia, porque la que él pensaba poner en satisfacelle le quitaría de toda sospecha.

La salud de doña Luz era insolente de buena. Ni un dolor de cabeza nunca. D. Anselmo era un hombre despejadísimo, y no sólo hábil e instruido en su profesión, sino de variada lectura y de singular facilidad de palabra. No se extrañe que con tales dotes fuese médico en un lugar. O la fortuna no le había sonreído, o su genio indómito y arisco se había opuesto a que se encumbrase.

El padre Anselmo, que así se llamaba el cura párroco, admiraba de buena fe a la señora doña Inés como a un modelo de profunda fe religiosa y de distinción aristocrática. Era el tipo ideal realizado de la gran señora, tal como él se la imaginaba.

Hemos discurrido despacio, y es ya tiempo de proceder de prisa. La duquesa tiró de un cordón de la campanilla y movilizó la servidumbre. Don Anselmo Novillo sale ahora mismo a la captura de los prófugos. No dudamos que usted nos proporcionará los detalles imprescindibles.