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¡Te habrán metido en la cabeza ser monja, como Águeda, la niña de la directora del colegio! gritó el señor Joaquín, con ira. ¡Ca!... no señor murmuró Lucía, cuya tez animada y encendida parecía fresquísima rosa . No sería monja por un imperio.... No me llama Dios por ese camino. Está visto pensó el señor Joaquín para su capote : hierve la olla; a esta chica hay que casarla.

El escultor copia una figura de hombre; es el mismo hombre con las proporciones armoniosas de sus miembros, la ondulante flexibilidad de sus miembros, la elasticidad animada de sus carnes casi vivas a la vista: el escultor no ha hecho más que una academia.

Luego la lloro, luego me horrorizo de mi crimen, y me acerco a ella en espíritu, y con el calor de mi corazón le vuelvo la vida, y la veo, no vagarosa, diáfana, casi esfumada entre nubes de color de rosa y flores celestiales, como vio el feroz Gibelino a su amada en la cima del Purgatorio, sino consistente, sólida, bien delineada en el ambiente sereno y claro, como las obras más perfectas del cincel helénico, como Galatea, animada ya por el afecto de Pigmalión, y bajando llena de vida, respirando amor, lozana de juventud y de hermosura, de su pedestal de mármol.

Ese fue para los dos un rudo golpe. Martín, como de costumbre, ocultó su pesar sin decir nada; Juan de naturaleza más animada manifestó un dolor inconsolable, hasta el punto de tener que sufrir, en el momento de la marcha, mil burlas de sus camaradas. Pero su dolor no fue de larga duración.

Algo bueno iba a surgir de su inesperada amistad con el personaje... Y el recuerdo del marqués le acompañó como una promesa de fortuna en los días de Carnaval. Al llegar Maltrana a Bellasvistas, creyó ver la reproducción animada de un cuadro de Goya.

Por fin, distinguió a Juan Pablo en el rincón inmediato a la escalera de caracol por donde se sube al billar. Acompañábanle en la misma mesa dos personas: una mujer bastante bonita, aunque estropeada, y un joven en quien al pronto reconoció D. Evaristo a Maximiliano. Los dos hermanos sostenían conversación muy animada.

Sarto me indicó que montase el primero y sin decir palabra nos pusimos en marcha. Animada y bulliciosa estaba la ciudad, pero tomamos las calles menos concurridas, cubierta yo la mitad del rostro con la capa y bien calada la gorra para ocultar en lo posible mis delatores cabellos.

Cercada allí de seis o siete caballeros y en muy animada conversación, había una dama, en cuyo traje y adornos nada se notaba de llamativo ni de extraordinario, pero en quien todo sujeto inteligente y perito en cosas del gran mundo hubiera notado en seguida valer superior a cuanto en torno tenía.

Bajo el aspecto político, es Ginebra la verdadera capital federal: cierto es que en Berna reside el gobierno, cierto que allí se reune la Asamblea Federal, pero no lo es ménos que en Berna nada se dice ni discute como en Ginebra: en la ciudad de Calvino la política dramatiza todo, la discusion se mantiene siempre animada.

Jamás había visto un vestido semejante ni una persona que le pareciese menos en armonía con la posición que parecía ocupaba cerca de gentes tan distinguidas y elevadas. Después de un cuarto de hora de una conversación animada, aquella mujer se levantó. Estaba lloviendo. El marqués la ofreció su coche, con grandes instancias; pero la duquesa le dijo: Padre, ya he mandado que pongan el mío.