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Durante un segundo tuve el sentimiento extraño de que debía retroceder, huir a toda prisa, sin tregua ni reposo hasta que me sintiera protegida por la distancia. Toda mi inquietud acerca de Marta desaparecía ante esa angustia misteriosa que me oprimía la garganta hasta ahogarme.

Con las cucharas de plata se pagó un mes la casa; la esmeralda dio para tres meses; con las monedas fueron ayudándose medio año. Un desvergonzado compró la cabeza, en un día de angustia, en cinco pesos.

Diga lo que quiera Augier, las desdichas, más que la prosperidad, son la piedra de toque del verdadero mérito. El peligro y la angustia compartidos pueden más que las conveniencias sociales y ponen a cada uno en su lugar. La rica americana y el joven oficial no podían menos de ganar en ese contacto con las duras realidades de la existencia.

«¡Qué horrible desgracia! exclamé . ¿Y seré yo quien lleve tan triste noticia a su afligida familia? ¿Pero, señor, está usted seguro de lo que dice? He visto con estos ojos al padre de ese joven, quejándose amargamente, y refiriendo los pormenores de la desgracia con tanta angustia que partía el corazón.

Eran mujeres y niños en su mayor parte, todos sucios, negros, con el cabello enmarañado, el ardor de los apetitos bestiales en los ojos, el desaliento del animal débil en la mandíbula caída. Vivían ocultos en los escombros de sus casas. El miedo les había hecho olvidar el hambre; pero al verse libres de enemigos, reaparecían de golpe todas sus necesidades, incubadas por las horas de angustia.

Hecho esto -que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia-, le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo en el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas diligencias, fue tan desdichado que, al cabo al cabo, vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo.

2 Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegrará, sino aquel a quien yo contristare? 4 Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas; no para que fueseis contristados, sino para que conocieseis cuánta más caridad tengo para con vosotros. 6 Bástale al tal esta reprensión hecha por muchos;

Ella, que observaba con serenidad los acontecimientos, sintió de pronto llenarse su corazón de tal angustia, que se desplomó sobre un sillón, sollozando. El señor Aubry pasó muy agitado la noche, y el día siguiente no fue mejor. El médico, sin pronunciarse de un modo categórico, recomendó el reposo absoluto.

Sus lágrimas son cada vez más abundantes y su cuerpo tiembla todo; busca un apoyo y se inclina hacia atrás. Juan lanza un grito de angustia, y, de un salto, se precipita para recibirla en sus brazos. ¡Por el amor de Dios, Gertrudis! dice con la voz trémula, respirando con esfuerzo. Un sudor frío cubre su frente.

Creyó así notar que el suelo oscilante se volvía negro y se agitaba vertiginosamente. Otra vez subió a su memoria el recuerdo de la corrección, y en su pensamiento se fijó como una suprema angustia, la posibilidad de que eso negro que invadía el suelo...