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Una vez arrojada la insignia fatal, dió Ester un largo y profundo suspiro con el que su espíritu se libró de la vergüenza y angustia que la habían oprimido. ¡Oh exquisito alivio! No había conocido su verdadero peso hasta que se sintió libre de él.

Dolor, angustia, aprieto y agonia, Aguas y huracán, mar, torbellino, Las naves traen en torno condenadas, Al fondo y en la costa desrumbadas. Pilotos y maestres, marineros, Grumetes, pages, frailes y soldados, Mugeres y muchachos, pasageros, Andaban dando voces muy turbados.

Pronto concluirían nuestras penas; pronto pondríamos el pie en suelo seguro, y si llevábamos la noticia de grandes desastres, también llevábamos la felicidad a muchos corazones que padecían mortal angustia creyendo perdidos para siempre a los que volvían con vida y con salud.

La yerba parecía que se apartaba para darle paso. Nela, hermana mía gritó con angustia Florentina. Adiós, niña de mis ojos dijo la Nela mirándola por última vez. Y desapareció entre el ramaje.

Preséntase Roselo y su servidor; el último tropieza y cae, apagándose la luz que lleva; su angustia y su manera ridícula de expresarla, forman el más chocante contraste con lo terrible de la escena, y con la obscuridad del lugar en donde yace. Roselo estrecha en sus brazos á su devuelta esposa, y ambos huyen al castillo del padre de Julia.

¿Y cómo puede ser eso? ¡pecador de ! dijo lleno de angustia Montiño. En vos consiste. ¡En ! , señor Francisco; en vos y sólo en vos, porque sólo por vos estamos presos. ¿Por ? por cierto; ¿no decís que la reina no ha comido de la perdiz? Si hubiera comido... hubiera muerto como el paje. , , tenéis razón... hubiera muerto dijo Cosme Aldaba.

6 En mi angustia llamé al SE

Vamos, vamos, hijos, que ya se hace tarde dijo el caballero levantándose y entrando en la iglesia. Poco después los siguió Elena, pero ya no vio a nadie. Sólo oía sus voces allá en el coro. Paseó una mirada de angustia por el ámbito del templo y, divisando en un altar una imagen de la Virgen, dio algunos pasos y se prosternó delante de ella y oró con fervor. ¿Estamos ya? dijo Reynoso en voz alta.

Por tierra de aflicción y de angustia. Leones y leonas en ella. Basilisco y áspide volador, llevado sobre hombros de bestias sus riquezas, y sus tesoros sobre corcovas de camellos, a pueblo que no les aprovechará. 7 Ciertamente Egipto en vano e inútilmente dará ayuda; por tanto yo le di voces, que su fortaleza sería estarse quietos.

La habló del comienzo de su amor, evocó la pasión ardiente nacida bajo los paisajes de la sierra, las grandes melancolías de la decepción, la inconsecuencia con que ella había destruido su ilusión de una dicha perfecta, y luego las dudas, la continuada angustia, y las bellas cartas de amor que más tarde se complacía ella en desmentir con una frialdad cruel, acaso por el simple deseo de hacerle mal.