United States or Zambia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Primero se distinguieron, desde lo alto de la cuesta, la escuadra de gastadores y el grupo que formaba la banda, en cuyos instrumentos de cobre reverberaba la luz reflejos vivísimos: luego se vio venir la ancha columna formada por la tropa, sobre cuya oscura masa lucían las bayonetas heridas por el sol.

No importa, te daré una chaqueta mía; siento que no haya para todos. No hay necesidad. Oh! , , ¡mi chaqueta! Toma, mírala: un poco ancha te vendrá. Pero, Braulio.... No hay remedio; no te andes con etiquetas.

La entrada es ancha y empedrada, jaharradas de yeso las paredes, con pequeñas vigas el techo. A la izquierda está la cocina; a la derecha, el cantarero; junto a él una pequeña puerta. Esta puerta cierra un pequeño cuarto sombrío donde se guardan los apechusques de la limpieza.

Parten de Paris líneas de caminos de hierro para todas las fronteras, y los embarcaderos de las estaciones son otros tantos palacios: merece especial mencion el de Estrasburgo, al cual se va por la calle del mismo nombre que desemboca en el Boulevard. Esta calle, larga y ancha, se ha abierto y construido de exprofeso, para dar frente á la magnífica estacion de la citada via férrea.

La saya es lisa; no tiene tableados ni pliegues; cae con el peso de la seda hasta los pies. ¿Ves? a me está muy corta. A ti te estará bien. Es un poco ancha, a lo Watteau. ¡Mi pastorcita! ¡mi pastorcita! Yo nunca me la he puesto. ¿ sabes?

Como á nueve leguas del Colorado encontré la Bahia de Brettman: para entrar hay una sola canal que corre SE y NO. Ella es regularmente ancha, y tiene dos brazas de agua al bajamar, en el punto mas bajo. Adentro hay varios fondeaderos muy buenos, pero el mejor se halla en la parte del S. Esta bahia es navegable hasta cinco ó seis leguas adentro: mas arriba hay poca agua y muchos pantanos.

Sentados en semicírculo en torno de la ancha mesa, frotábanse maquinalmente sus rugosas manos y avanzando su cuello tostado por el sol y por el aire, dirigían sus curiosas y circunspectas miradas hacia aquel elevado funcionario que la Administración les enviaba de París.

Descendemos por la carrera de San Jerónimo; luego avanzamos a lo largo del paseo de las Delicias, entre el ramaje seco del arbolado; cruzamos frente a la ronda de Valencia; bajamos por una vía ancha, solitaria, pendiente.

Encima del cantarero se yerguen cuatro cántaros, y encima de cada cántaro, acomodadas en su ancha boca, cuatro alcarrazas que rezuman en brilladoras gotas.

Por el camino hablaba el viejo de su situación con tono melancólico; pero sus quejas eran vagas. Llegaron al paseo: una ancha faja de jardín en la orilla del río, exuberante de vegetación, pero tan sombría, que justificaba su título vulgar de «paseo de los desesperados». La concurrencia era la de siempre.