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Salida de la Cabeza del Tigre, y á las 8 y media leguas se llegó al Fortin de Melincué. A las 4 y media leguas de la salida se pasó una cañada muy ancha, que vierte en una laguna poco mas abajo.

Saludó a Fray Miguel con una leve inclinación de cabeza, y sin decir palabra, le indicó que le siguiese. Ambos subieron por la escalera de caracol a la ancha cámara que ya conocemos. Todo estaba en ella como lo hemos descrito antes. Sólo había tres objetos que por su novedad llamaron en seguida la atención de Fray Miguel.

La familia, principal fundamento de una sociedad, descansa en Baviera sobre la ancha base de la moral, y del hogar doméstico salen excelentes ciudadanos.

la virtud de cien pueblos diferentes, para avanzar, seguros y valientes, por la ancha vía del progreso humano... No lamentes, España, tu caída, si te hirió con su hachazo el elemento; también lograste que impregnase el viento la rica esencia que exhaló tu herida.

Mi compañero suspira, levanta los ojos al cielo, se pasa la mano por la ancha frente como para disipar una pesadilla terrible, cruza los brazos en las largas esperas de plato a plato como pidiendo a mismo serenidad y calma... Yo intento comer en silencio. ¿Lo consigo? Creo que no.

Aquí y allí, la cara lívida y sucia de algún vecino miraba a los extranjeros desde el paso obscuro de las puertas, y aumentaba la inquietud de Eppie. De modo que sintió un alivio que desde hacía rato deseaba cuando salieron de los pasajes estrechos para penetrar en la calle de los Zapatos, en la que se veía una faja más ancha de cielo.

Don Amaranto llega invariablemente a la oficina a las ocho de la mañana; se calza sus manguitos, se toca con un bonetillo la calva de santo, ancha y reluciente, y silencioso, con una tristeza mansa y resignada, trabaja hasta las dos, en que el ujier trae el parte de salida. En ese momento, D. Amaranto se torna a su casa. ¡Es la hora de comer!

Lo que usted necesita es un buen fuego y un regular alimento, y de todo le proveeremos al punto, si Dios quiere. Conque, señores, vamos arriba, que de las cabalgaduras ya cuidará el mozo. Guió don Recaredo a los expedicionarios por una vieja, ancha y sucia escalera de pocos tramos, y llegaron a un gran pasadizo, cuyo tillado, carcomido a trechos, se cimbreaba al andar sobre él.

Pero seamos indiscretos y contemos lo que vimos, ocultos en la estancia inmediata y sin ser vistos por ellas. Inés, en quien primeramente se fijaron mis ojos desde la puerta, estaba en la reja, como en acecho, mirando ora a la calle, ora adentro, sin duda para dar la voz de alarma en cuanto el pomposo perfil y los pomposos y temidos espejuelos de doña María volviesen la esquina de la calle Ancha.

Era que cuanto había aprendido y creía, estaba en contradicción con la realidad. Llevaba dentro de una llama que no podía brillar en aquel nuevo ambiente. Sus estudios fueron ancha base a tantas cavilaciones; el espectáculo del mundo, cebo que incesantemente las provocaba. Cada día le trajo una lección, cada hora el agrio fruto de un anticipado desengaño.