United States or Georgia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Cierto que jamás había probado las dulzuras groseras y materiales del amor carnal; pero eso ¿le constaba al público?

Y con temor supersticioso trataba desesperadamente de retardar el desenlace fatal, como si la vida de la una estuviese ligada al amor del otro y debiesen confundirse sus últimos suspiros.

LEONOR. No, no tengo nada ... mas temo vuestro furor. ¿Quién dijo, Manrique, quién, que yo olvidarte pudiera infiel, y tu amor vendiera, tu amor, que es sólo mi bien! ¿Mis lágrimas no bastaron a arrancar de tu razón esa funesta ilusión? MANRIQUE. Harto tiempo me engañaron. Demasiado te creí mientras tierna me halagabas y pérfida me engañabas. ¡Qué necio, qué necio fui!

De buenos y honrados padres vengo, señora, respondió él; hidalgo soy; Alcalá es mi patria; cursé en las aulas de su famosa universidad; tirome la afición a las armas, y muy más el amor a las letras; soldado soy, y a poeta aspiro por mi desgracia, porque la poesía es sueño que devora el alma y la finge lo que no existe, y en los espacios imaginarios la pierde: Miguel de Cervantes Saavedra me llamo, y vuestro esclavo soy.

Se vio hermosa, gallarda, toda lozanía, juventud y elegancia, y halló natural, casi forzoso, que D. Jaime la amase. Después pensó de nuevo en el P. Enrique, pero de otra manera. El mismo amor de ella hacia D. Jaime aclararía lo que en su inclinación hacia el Padre podía haber de ocasionado a dudosas interpretaciones. Esto la impulsaba a creerse y a sentirse enamorada de D. Jaime.

Un amor como el nuestro no puede terminar de este modo. La fuga sería una ofensa para , huir como afrentada por la tristeza de haberme amado.

Tanto por el monólogo, en que pinta el Amor su poderío, como por algunas otras particularidades, nos recuerda la Aminta del Tasso.

Los ángeles que en el cielo no se sentían ni la mitad de lo felices que éramos nosotros, nos envidiaban nuestra alegría a ella y a . Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de aquellos que nos aventajan en edad y en saber, y ni los ángeles del cielo ni los demonios de los abismos de la mar podrán separar jamás mi alma del alma de la bella Annabel Lee.

Entre nosotros, el progreso del liberalismo es bastante satisfactorio, si se considera que surgimos a la refulgente libertad moderna desde la miserable intelectualidad medioeval, tan celosamente preservada por los frailes en la España y en sus colonias; que aun no llevamos un siglo de vida independiente y que su primera mitad fue, fatalmente, la prolongación del terrorismo y del oscurantismo coloniales, que hicieron fracasar la temprana iniciativa liberal de Rivadavia, y proscribieron la ilustración clausurando las escuelas en la época de Rosas, después de la cual fueron reabiertas bajo la férula de los sacerdotes beneficiarios en todas las épocas de salvajismo; que nuestra instrucción pública sólo es aproximadamente laica desde 1884; que hasta el setenta y tantos los internos de los recientes colegios nacionales solíamos tener que fugar, todavía, saltando las paredes del fondo para escapar a la confesión obligatoria en semana santa; que la humanidad no produce sino un educador en cada siglo, como dijo Emerson, y que recién empezamos a no echar de menos a Sarmiento en la dirección superior de la instrucción pública; que nuestra ley de matrimonio civil es de ayer y la estadística arroja, ya en nuestra gran capital dos tercios de matrimonios sin intervención del cura; que la casi totalidad de nuestros hombres maduros tuvieron fresco el entendimiento cuando estaban verdes y no se habían difundido aún, con los ferrocarriles y la prensa, las ideas y los sentimientos modernos, cada día más amplios en el amor a la verdad y a la humanidad, que inducen a las almas bien templadas a trabajar en este mundo de los vivientes para dejarlo a su partida mejor que lo encontraron a su llegada, a la inversa de ese mezquino sentimiento de los creyentes en la magia religiosa que los induce a dar y legar a las iglesias para el bien de su alma exclusivamente.

Un joven que por ti lo ha arrostrado todo; que por ti está en peligro... porque al fin y al cabo ha herido ó muerto á don Rodrigo, ha deshecho con su espada, como noble, una traición infame que traerá contra él poderosos enemigos, de los cuales acaso no podamos libertarle. ¿No merece tanto sacrificio que le ames? Mi amor, señora, sería un tormento para , y una desesperación para él.