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7 Nuestra Señora de Regla, de D. Ambrosio de Cuenca. 8 Amar por señas, del maestro Tirso de Molina. 9 Las auroras de Sevilla, de tres ingenios. 10 La Cruz de Caravaca, de D. Juan Bautista Diamante. 11 La ventura con el nombre, del maestro Tirso de Molina. 12 La judía de Toledo, de D. Juan Bautista Diamante. 1 El príncipe D. Carlos, del Dr. Juan Pérez de Montalbán.

¡Ah! pues entonces repuso el ministro, repito que no corre prisa; y volviéndose en la banqueta y hacia el portugués: Avíseme usted señor don Ambrosio de Castro y Pajares, Almendrugo, Oliveira y Caraballo de Alburquerque y Santarén, en cuanto llegue la hacienda. Dicho esto, volvió Su Excelencia a anudar el roto hilo de su feliz ensueño, donde es fama que soñó que era efectivamente ministro.

Al preguntarla el padre Ambrosio si quería ser mi esposa, un estremecimiento profundo agitó su mano, la sentí fría y pronunció un apenas articulado.

Aunque Almanzor era solamente hagib ó primer ministro del verdadero califa, Hixem II, mandaba de hecho como rey, y por tal le tenia el pueblo castellano. Véase pág. 189. Ambrosio de Morales, Crón. lib. XVI, cap. 45. S. Zoil y S. Félix, que llevó al famoso monasterio de Carrion.

En tiempo del citado Ambrosio de Morales se conservaba todavia, pues dice: «en el cabildo de la iglesia está agora el cuerpo del duque de Arjona dentro de una riquísima tumba de madera, muy grande, y toda labrada de talla y muy dorada.

Había cierto reposo enérgico en el espíritu de Fray Miguel; mas, aunque parezca contradictorio, coexistía con este reposo la impaciente decisión, que no daba espera, de hablar al Padre Ambrosio, de interrogarle sobre no pocas dudas y de pedirle cuenta y explicaciones que las resolviesen.

Un día en que estaban los tres comiendo a mi mesa, mi cocinera estuvo inspirada. Don Ambrosio, que era francote a pesar de su vanidad, se entusiasmó con todos los platos que se sirvieron, y singularmente con un chaud-froid de ortolans, que en realidad fue una obra maestra. Mas ¡oh, desgracia!, la niña del Sr. Benítez comió muy poco de todo.

Ofrece a tu, para incógnita, consorte, todo el cariño que la corresponde por mi parte como cosa tuya, y si te pareciere bien, daos ella y por convidados a estas orillas en el estío próximoYo conocía a mi tío y sabía que no había de venir. Así, pues, la tarde del mismo día en que recibí esta carta, el padre Ambrosio fue por Amparo al convento.

Al referir todo esto, el Padre Ambrosio encumbraba el concepto que de Portugal debía tenerse; pero, en su mente, era más alto aún el concepto que Aragón y Castilla le merecían. El Papa Alejandro VI había repartido y dividido el mundo entre las dos monarquías de la Península.

Mart., cap. 7, núm. 6. Véase Conde, Cap. XLVIII. t. 1.º Victoria del principe Almondhir contra los rebeldes de Toledo. «El principe... envió 700 ú 800 cabezas de rebeldes á Córdoba... y el rey las mandó poner en las almenas, etcVéase Ambrosio de Morales, con la autoridad de Luis de Mármol. Crón. gen., lib. XIV, cap. 32. Refiere esta anécdota Conde, t. 1.º, cap. Véase arzob.