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... me consta que le amas, mancillando mi nombre, ultrajando á tu esposo, confundiéndote con esas despreciables mujeres... ¡El nombre, el nombre de quien amo! Don Francisco de Quevedo. Pues bien, , es verdad; le amo... más que eso; soy su amante. Irás de aquí á un convento exclamó irritado el duque. No iré. ¿Que no irás...?

Á Clara la llamó á Doña Blanca, le dió un beso en la frente, y le dijo al oído con acento apenas perceptible: Di á tu padre que le perdono. , hija mía, sigue los impulsos de tu corazón. Eres libre. honrada. No te cases si no le amas mucho. Mira no te engañes. Lo todo... Me lo ha dicho el padre Jacinto. Si le amas y merece tu amor, cásate con él.

Mira, Roberto dije, en resumidas cuentas, no soy más que una tontuela; pero muy bien lo que es el amor, y no son sólo los poetas los que me lo han enseñado. Hace tiempo que lo siento en el fondo de mi corazón. ¿Amas a alguien? me preguntó. Yo me ruboricé y sacudí la cabeza. ¿Cómo puedes entonces sentirlo en el fondo de tu corazón?

Me encuentro perpleja; pues temo causar una decepción a mi padre. Por otra parte, ese casamiento reúne bajo los otros puntos de vista todo lo que yo puedo desear; en fin es un cumplido caballero. Mas, supuesto que no le amas, Blanca... Mi padre me asegura que le amaré después, y que para ser felices en el hogar, no es necesario el amor.

«Quedamos en una cosa dijo levantándose ; mañana vendrá el Padre Nones para usted, y para este ternerito un ama asturiana que, según dice Estupiñá...». Ama, no... ¿para qué? Si puedo... ¿No ha visto lo satisfecho que está el rey de la casa? ¿No es verdad, rico, que para nada te hacen falta amas? Su mamá, su mamá le da al niño todo lo que quiere.

Al hacerte mi hija, quiero llenar el vacío que hay en tu existencia, y poner a tus sentimientos la corona que has ganado; quiero llenar de felicidad hasta los bordes ese vaso de tu vida que poco a poco se ha ido vaciando de sus antiguas tristezas; quiero casarte con el hombre que amas, con ese de quien ya puedo asegurar que te merece. Sola se quedó espantada.

No encones más mi endurecida llaga; si aún amas a Leonor, huye, te ruego; libértame de ti. MANRIQUE. ¡Que huya me dices!... ¡Yo, que que me amas! LEONOR. No, no creas... no puedo amarte yo... si te lo he dicho, si perjuro mi labio te engañaba, ¿lo pudiste creer?... Yo lo decía, pero mi corazón... te idolatraba. MANRIQUE. ¡Encanto celestial! Tanta ventura puedo apenas creer.

¡De acabar! ¡de acabar! ¿y qué ha de acabar? Esta agonía que me devora, esta muerte en vida. Dorotea, yo necesito saber lo que piensas hacer. ¿Qué? dijo Dorotea sonriendo tristemente ¡vengarme! ¡No, no le matarás! dijo el bufón ; ¡le amas demasiado! ¡no te atreverás! ¿Dónde está el dulce envenenado, Manuel? dijo Dorotea sin contestar á la observación del tío Manolillo.

Una casualidad inconcebible: yo creí llevar más seguro el brazalete en el brazo, y una audacia de ese joven... ¡Una audacia!... Más bien una galantería. No es lo mismo, pero me agrada tu declaración; ya le disculpas, y eso significa mucho: eso significa, Clara, si yo no me equivoco... Que le hago justicia. No, que le amas. ¡Que le amo! ¡En una hora!...

Tuvo platería en la Concepción Jerónima, un gran establecimiento... especialidad en regalos para amas... No si fue allí donde nació el Pitusín; lo que es que, naturalmente, es hijo de su esposo de usted, el señor D. Juanito de Santa Cruz. Usted está loco exclamó la dama con arranque de enojo y despecho . Usted es un embustero... Márchese usted.