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¡Imposible! ¡imposible de todo punto! ¡yo conozco á su majestad! ¡no puede ser! ¡creería primero que mi hija!... Vuestra hija podrá ser lo que quiera, sin que por eso deje de ser lo que quiera también la reina. ¡Pero la prueba! ¡la prueba de esa acusación, señor Gabriel! dijo el cocinero del rey, á quien se había puesto la boca más amarga que si hubiera mascado acíbar . ¡La prueba!

Se lavan después, y se estiran. El abacá se da muy bien en la provincia de Batangas, y en otras partes; pero no es tan bueno como el de Camarines, y este parece que es inferior también al de Panay y Marinduque; bien que sobre esto hay opiniones. Pero tengo por muy probable, que estos otros son distintos del de Camarines, pues la fruta de este es amarga y no se come, y las de los de Batangas .

Te he calumniado dijo en el corazón del hombre por quien has muerto; pero ya estás donde la verdad resplandece, pobre niña; verás que de los que aquí quedan, sólo queda en uno la amarga memoria tuya; yo haré que en los templos de Nápoles se eleven preces por tu alma y por tu descanso; yo rogaré á Dios por ti lo que me quede de vida; y puesto que una prenda tuya me legas, este rizo y mi recuerdo serán lo único que de ti quede algún tiempo sobre la tierra.

Sus cartas estaban llenas de noticias sóbrela actitud de Clementina, sobre sus palabras, sobre la gracia y la bondad de Herminia. Roussel respondía dando instrucciones á su hijo y recomendándole prudencia y, sobre todo, discreción. Jamás se permitía una palabra desagradable respecto de su enemiga; nunca una crítica amarga.

Además, la vida resulta imposible en el mundo, la guerra lo amarga todo. La existencia en París es triste. No hay gente, no hay luz: los «Gothas» tienen inquietas y nerviosas á las personas de nuestro mundo y las hacen emigrar... Y he pensado instalarme aquí hasta que termine la demencia europea. Va para largo dijo Castro. Así lo creo.

Triste y miserable estado, Dura esclavitud amarga, Donde es la pena tan larga Quan corto el bien y abreviado!

Yo también tengo sed dijo don Juan, que tenía la boca amarga, como cuando experimentamos una fuerte conmoción en nuestro organismo. Dorotea llenó otra copa. Luego se apoyó sobre la mesa, mirando siempre el confite del lazo negro y rojo. Su semblante estaba contraído; gruesas gotas de sudor corrían por sus mejillas.

Eso pasa no pocas veces con aquellas personas que las circunstancias nos imponen la obligación de tratar... Lo que no puedo comprender es que hayan aguardado a última hora para hacer a Clara el favor de proporcionarle un enlace más ilustre o para mostrarme a su hostilidad... Bien es cierto añadió con amarga ironía que lo que está arreglado se desarregla y lo que está hecho se deshace.

¡No te amarán!!, se repetía Lázaro continuamente, y cada vez le parecía más injusto. Su inocencia protestaba con la impetuosidad de la ira o con la amarga laxitud del desaliento, pero siempre tenía que confesarse vencida. Su conciencia era un siervo puesto en la alternativa de alzarse en armas o aceptar humilde y bajamente la esclavitud; no había más que dos caminos; abjurar, o resignarse.

Sin duda para mostrarse más digno de su encumbramiento, D. Jaime acometió la arriesgadísima empresa que causó su muerte. Diecisiete años acababa de cumplir doña Mencía cuando se quedó viuda. Amarga y desconsoladamente lloró la muerte de su gentil e idolatrado esposo.