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La cual añadió Rafael se dio por los años de 1212, y la ganó el rey don Alfonso IX, llamado el Noble, padre de la reina de Francia Blanca, madre de San Luis; y con aquella hazaña libertó a Castilla del yugo de los sarracenos. Así es repuso la marquesa ; todo eso se lo he oído contar a mi cuñada.

Alfonso no se encuentra aquí en este momento; está en su propiedad de Montculot, junto a Dijón; acaba de rehusar el llamamiento que le ha hecho el nuevo ministro, M. de Polignac, con la intención de asociar su nombre a un ministerio que no parece del agrado de la opinión.

Mientras no ocurra novedad alguna que nos interrumpa, esta es la vida ordinaria que llevo con mis hijas, con las diferencias naturales que exigen las diversas estaciones del año; mi principal objeto es inspirarles mucha piedad, ocupándolas siempre en cosas útiles. Ayer recibí carta de mi Alfonso; está bien de salud; me parece un sabio en la manera de escribir. Milly, 25 de septiembre.

En medio del dolor que el estado de mi hija me proporciona, he tenido una alegría por la visita de Alfonso y su esposa, los cuales se encuentran muy bien: llegaron el jueves 29 volviendo a salir el sábado para Saint-Point. La estancia en la casa de nuevas personas, fatiga siempre a la pobre Susana, a pesar de cuantas precauciones se tomen para evitarlo.

Continuamente está haciendo regalos a mis hijas, y para después de su muerte ha legado a Alfonso esta propiedad de Montculot, que aun con un gravamen de doscientos mil francos, le servirá acaso de ayuda el día que necesite casarse. 4 de agosto. En el parque de Montculot, al lado de la fuente Fayard.

García observa que uno de ellos trae una banda roja de caballero, y, como es natural, supone que es el Rey; pero casualmente Alfonso no lleva esta insignia, estando adornado con ella otro cortesano llamado Don Mendo, que ha entrado poco antes en la misma orden.

El caso era bien claro: ¿con qué cara mi tío contaría a mamá que yo me había suicidado para evitar que él me pegara? Pasaron diez minutos. ¡Alfonso! sonó de pronto la voz de mamá en el patio. ¿Mercedes? respondió aquél tras una brusca sacudida. Seguramente mamá presintió algo, porque su voz sonó de nuevo, alterada. ¿Y Eduardo? ¿Dónde está? agregó avanzando. ¡Aquí, conmigo! contestó riendo.

Al presentar a Alfonso a toda la familia en Monceau, he sentido un poco de orgullo. Sin embargo, no le encuentro el tono tan dulce como yo quisiera.

Yo admiro en don Alfonso el Sabio el varon mas eminente de su siglo i el monarca que mas ha trabajado en favor de la cultura de sus vasallos en todo linaje de artes i ciencias; pero no pudo con tan gran sabiduría ver muchas cosas sin ojos apasionados i sin ser arrastrado en muchas de sus acciones por la ignorancia vulgar en aquellos tiempos i aun en algunos de los siglos que despues de ellos han corrido.

Prosiguiose la guerra hasta la muerte de Alfonso, que por morir sin hijos fué Don Jaime llamado á la sucesion, y hubo de venir á estos Reinos, dejando en Sicilia á Don Fadrique su hermano, para que la gobernase y defendiese en su nombre.