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Gafarró, que era el mozo mejor plantado de la huerta de Ruzafa, juró descubrirles, y se pasaba las noches emboscado en los cañares, rondando por las sendas, con la escopeta al brazo; pero una mañana lo encontraron en una acequia con el vientre acribillado y la cabeza deshecha... y adivina quién te dio.

Don Marcos adivina su impaciencia, y mientras descienden dos escalinatas más, va dando explicaciones. La inglesa se fué antes que la otra; por eso la enterraron arriba. ¡Han muerto tantos en los últimos meses!... Llegan á la última meseta del cementerio, la más baja, un campo cuadrado de tierra rojiza, en el que no hay losas, ni columnas truncadas, ni cadenas.

Total; nos quedamos en Madrid el administrador, la señorita Julia y yo, pasando todo el verano vigilando a los operarios. La señorita Julia comprendió que debía dar este gusto a doña Carmen... y de ahí nació todo. ¿Y qué tiene eso que ver?... ¿No lo adivina V.? Doña Carmen y la señorita Clotilde se fueron con una doncella, nosotras nos quedamos y... aquí entra lo feo.

»Carlos permanecía de pie en un rincón del salón y nos miraba sonriendo; de pronto, dirigiéndose a Teobaldo, dijo: »Y bien, querido maestro: ¿no adivina usted que pueda haber aquí otro discípulo, que le debe la dicha de haber sido útil a su bienhechora? »Teobaldo quedó estupefacto, porque esta frase acababa de ser pronunciada en el más puro alemán.

Es guapa de veras esta chica pensaba el hombre maduro y experto . Sobre todo, tiene su tez la pelusa de los albérchigos cuando no les han tocado y cuelgan aún en la rama. Ese diablo de Colmenar parece que adivina todas las cosas... otro me hubiera dado los millones con alguna virgen y mártir de cuarenta años.... Pero esto es miel sobre hojuelas, como suele decirse.

Maltrana abrió los ojos, quedó inmóvil de asombro, como si fuese a presenciar aquella resurrección con la que había soñado tantas veces, como si Feli surgiera ante él. Pero ¿vive?... dijo temblando. No, hombre; murió: fue una semana después. Pensé avisarte, escribirte; pero ¿quién diablo adivina dónde encontrarte, con esa vida que llevas?... Murió, no lo dudes; ahora es de veras.

Adivina lo que puede ser; indecisa, no acierta a qué parte correr primero: en esto oye un profundo gemido, y cree ¡oh dolor! ser el acento de su amante.

Se adivina que es una mujer ácida, de las que «hacen historias» á los amigos; una especie de calamar amoroso, que esparce en torno la amarga tinta de su mal carácter. Conversa con una respetable matrona que vuelve llorosa de la estación de despedir á su hijo, que es soldado. Junto á ella está una hija de catorce años, mirando á la vecina con ojos curiosos y admirativos.

Los señores canónigos cantan todos los días al otro lado de esa pared, sin sospechar que sobre sus cabezas hay tales alegrías. ¿Y las vidrieras, tío? Fíjese usted bien. Al principio ciegan tantos colores, se confunden las figuras, el plomo corta los monigotes y no se adivina nada. Pero yo he pasado tardes enteras estudiándolas, y me las al dedillo.

Casi llegó a olvidar a los enemigos que le rodeaban. Pensaba con inquietud en Margalida. Sintió el escalofrío del enamorado cuando adivina la proximidad de la mujer adorada y duda de su suerte, temiendo y deseando al mismo tiempo su aparición.