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¡Tan desgraciado serías por haberme hecho baronesa! ¿Y no es, acaso por serlo por lo que tanto deseas que nos casemos? Aquí se detuvieron, espantados del cambio de sus fisonomías: Fortunato, rojo como un gallo, estaba á dos dedos de la apoplejía y Clementina, devorada por la bilis, parecía amenazada de ictericia.

«Señor respondió el soldado , he visto a vuestra majestad salir solo del campo, e inferí su intento; he temido algún lazo y he venido a defender a su persona.» «¿Solo?», preguntó el rey. «Señor continuó el soldado , ¿vuestra majestad y yo, acaso no bastamos para doscientos moros?» «Saliste de mis reales soldado dijo el rey y entras en ellos duque de Alba

Acaso llegue un día en que las creencias sean menos firmes, y entonces movidos los miserables por la sed de nombradía, volverán a intentar o a perpetrar crímenes que los levanten sobre los demás hombres, aunque sea en el patíbulo. Tiene de bueno la humildad cristiana, que es de todo punto contraria a la vanidad aviniéndose con el orgullo recto y sano.

Nunca será más oportuno e interesante estudiar a Agustín Álvarez que en la hora actual, tanto por lo que el hombre, la vida y su obra comportan de halagüeño y significativo como para enfrentarlo con la incertidumbre y regresión del momento. Vientos de reacción soplan por todas partes; luctuosos tiempos los que corren y más luctuosos, acaso, los que se avecinan.

¡Boooletos! gritó el jefe de tren, con innecesaria voz de trueno, cual si su autoridad se fundara acaso en eso, como la de los discutidores empedernidos que gritan demasiado, porque ignoran que no se gana la razón por la altura de la voz sino por la del concepto, como ignoraba aquél que para obtener las boletas pedidas le bastaba la gorra y el sacabocados.

He dado principio a un trabajo que acaso durará lo que mi vida. Consiste en una alfombra tapizada para el gabinete que Alfonso tiene en Saint-Point.

¡Pero, hombre, siéntate! decía el doctor asustado al verle ir y venir por el despacho como un loco. No golpees los muebles. Ya que de un puñetazo eres capaz de romper esa mesa. No los has matado y has hecho muy bien. ¿Acaso eres el primero, ni serás el último, de quien se burle una pájara de esas? Sigue contando... sigue.

Mucho de lo que dijo en el sermón era juicioso. Y si incurrió en exageraciones, bien yo por qué. La Reina Católica prohibiría sin duda la seda porque en su tiempo se entenderían las cosas de muy otra manera que en el día, y además porque la seda costaría entonces un ojo de la cara y arruinaría al país. En fin, yo no por qué prohibió la reina la seda. Acaso no sea verdad que la prohibiese.

Paco, que había quedado burlado en sus esperanzas, decía con este motivo: Inesita, por no ser fríamente calculadora, ha conseguido lo que con el cálculo frío no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate. Más de dos años vivió Beatriz, de viuda, con el más profundo y sincero duelo en el alma.

Había confiado aquella caja al cuidado de Eppie cuando ésta fue grande y ella la abría con frecuencia para mirar el anillo; pero, a pesar de esto, casi no pensaba en el padre de que aquella sortija era símbolo. ¿No tenía acaso uno a su lado que quería más de lo que todos los padres verdaderos de la aldea parecían querer a sus hijas?