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En los cristales: Trajes de casa y de librea. En un recodo que hace la calle: Al palacio de cristal. Más arriba: Al palacio de cristal. Vestidos para hombres y niños. Más abajo, en un cuadro de hoja de lata ó de metal dorado: Vestidos para hombres y trajes para niños. Este aviso está en francés, inglés y aleman. Sobre otra puerta: Al palacio de cristal. Ropas de casa.

Detrás de don Recaredo llegaron de un golpe, por haberse juntado unos en el camino y todos a la puerta de la casona, hasta cinco pudientes, más o menos ligados a ella por parentesco lejano o amistad antigua, de las orillas del Nansa, aguas arriba y aguas abajo.

Esta mañana salimos costeando el Colorado, aguas abajo, por la parte del S. hasta la citada isla á donde estaba la chalupa, en cuyo puesto determinó dicho Sr.

De solo oler la carne y ver la sangre de ella y la grasa en el plato de sus amigos, le parecía que se trastornaba. Su almuerzo fue un café con media tostada de abajo... y otra media de arriba.

Empezó á elevarse, sin perder su tiesura militar, con el casco en la cabeza, el entrecejo fruncido, el bigote rubio y corto, y más abajo el pecho color de mostaza, las manos enguantadas que sostenían unos gemelos y un papel. Pero aquí terminaba su individualidad.

¿Pruebas de qué? ¡Puesto que no hay nada!... ¿Y su marido no ha querido creerla? No. Entonces, ¿nada hay que esperar? ¡Nada! La señora de Lerne dejose caer en un sillón y quedó inmóvil, muda, inerte. Después de un silencio, Juana se le acercó. ¿Su hijo está en su casa? . ¿Su carruaje está abajo? insistió Juana . Pues bien, partamos... iré con usted... quiero verle.

Mientras estaba abajo, no corría peligro de que la superchería fuese descubierta; y si llegaba el éxito para él, la patria que se había atribuido era la primera en enorgullecerse de este ciudadano hasta entonces ignorado... Yo no tengo empeño en sostener que Colón fuese genovés o no lo fuese: me es igual.

A corta distancia de su origen entran en él muchos arroyos que nacen del pié de la Cordillera mas al norte, y mas abajo hácia el mediodia, el rio Solquen.

No tardó en abrir los ojos, y al ver el demudado semblante del joven inclinado sobre ella, sonrió dulcemente, y le dijo de modo que nadie lo oyó más que él: Gracias, señor marqués... ¡No se estaba tan mal allá abajo! Así que llegaron al Moral se enjugaron en casa de unos amigos, que allí estaban tomando baños, y se echaron encima la primer ropa que les dieron.

Su espíritu observador notó en la iglesia un filón menos obscuro y triste que el de las cuevas de allá abajo. «El cura no trabajaba y era más rico que su padre y los demás cavadores de las minas. Si ella fuera hombre no pararía hasta hacerse cura.