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DON EDUARDO. Por supuesto, ¿no quiere usted que llegue? DON PEDRO. Tendrá hijos a su vez, y será también muy buena madre, no lo dude usted, Sr. D. Eduardo.... DON EDUARDO. ¡Qué he de dudar yo eso Sr. D. Pedro! ¡Poco enamorado estoy a fe mía para dudar ahora de nada!

Hay algunos que se mofarán de ellas, muchos que se encogerán de hombros, pero las mujeres no deben desalentarse por eso, porque ni la mofa ni el encogimiento de hombros son razones de peso.

Desde los más cultos centros de población hasta las aldeas más desconocidas se arrastra silenciosa y majestuosa una ola de opinión popular que aprueba y aplaude la educación femenina, al punto de que los más rudos sementereros envían a sus hijas a las ciudades a costa de los más imaginables sacrificios para que puedan escalar las cumbres más altas del saber, si a eso pudieran.

"There is a Telling of that passing and of that soldier which has to do with the gold that was never found." "Sons eso," said the Road-Runner, and they settled themselves to listen. "About the third of a man's life would have passed between the time when Onate came to the founding of Santa Fe, and the building of the first church by Father Letrado.

BRUNO. Y por eso cabalmente quiero yo hablar ahora, y contar a usted.... DON PEDRO. Calla. BRUNO. Pero si no me deja usted hablar, ¿cómo quiere usted...? BRUNO. ¡No sabía yo lo de la afiladura del espadín!

Rey inocente a weak king, Reina traidora treacherous queen, Pueblo cobarde a coward people, Grandes sin honra nobles without honour, sums up and expresses in nine words the history of Goday's shameful bargain with Napoleon. En el Puente de Alcoléa La batalla ganó Prim, Y por eso la cantámos En las calles de Madrid.

DOÑA MATILDE. ¡Bruno! BRUNO. Jesús, señorita, ¿ya se levantó usted? DOÑA MATILDE. , no he podido cerrar los ojos en toda la noche. BRUNO. Ya se habrá usted estado leyendo hasta las tres o las cuatro, según costumbre.... DOÑA MATILDE. No es eso.... BRUNO. Se le habrá arrebatado el calor a la cabeza.... DOÑA MATILDE. Repito que....

DOÑA MATILDE. Que D. Eduardo me trajo esta mañana. BRUNO. ¡Habrá bribón! DOÑA MATILDE. A petición mía ... porque una mujer desgraciada no puede estar sin un poco de veneno en su ridículo. BRUNO. Maldita la necesidad que veo yo de eso....

BRUNO. Ya estoy, que siente usted mucho no poderle recibir, porque.... DON PEDRO. ¡Habrá mentecato igual con sus malditos cumplidos!... No que no puedo, sino que no quiero recibirle, que no quiero; sin preámbulos ni sentimientos, ni ... ¿lo entiendes ahora? BRUNO. Pero eso no se le dice a nadie en sus bigotes. BRUNO. ¡Qué mosca le habrá picado!

Podeis hacer, si quereis, esa división; pero una de dos: o teneis que barrer por inútiles todos vuestros códigos que dan al hombre el gobierno y administración de la casa para arreglar otros que entreguen ambos poderes a la mujer; o tenéis que admitir a la mujer, si no quereis eso, en la participación de los negocios públicos para que ella pueda, como en el hogar, ayudar al hombre a formar y cimentar la felicidad de ese otro hogar grande que se llama sociedad.