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¿Y quién te dice a ti, bachillera, que Dios manda comprar zapatos nuevos mientras el prójimo anda sin zapatos? Si ese remendón supiera su oficio, parecerían estos una gloria. El Obispo tenía sus motivos para exigir que los remiendos del calzado no se conocieran.

Se enrojecían los ojos; parecía que las pestañas iban á consumirse, secábase la piel sintiéndose en cada poro una aguja ardiente, y los pies movíanse inquietos, agitando las caldeadas suelas de los zapatos.

El encierro total sin trabajo ni luz, y la privacion temporal de alimentos ó cama en que dormir, son los medios coercitivos ó de represion. El trabajo de los reclusos consiste en fabricar zapatos y esteras ó pilar granos. Cada uno de los talleres comunes es vigilado interiormente por un celador que gana, ademas de la manutencion y el alojamiento, tres francos diarios.

Muchachitas de catorce a diez y seis años de edad, la mayor parte de ellas alimentadas con pan seco y con manzanas verdes en una buhardilla de obreros o en la garita de un portero, vienen al teatro con vestidos de tartán y con zapatos viejos, y su primer cuidado es correr a mudarse de traje, sin que nadie pueda notarlo.

¡Ah! , muy dichosos los que todavía no han roto los velos de la encantación, y sueñan de noche, y también de día, en que son las nubes copos de algodón. ¡Dichosas las manos de los pequeñuelos que aun aroma el óleo de la tradición, y dejan zapatos como barquichuelos en espera de algo, sobre algún balcón...!

La marquesa, particularmente, estaba como niño con zapatos nuevos con la amistad de aquella señora, que era afable sin fingimientos, y buena sin doblez.

Un comerciante, liberal y nada timorato, tenía depositados en la puerta de aquel centro de recreo un par de zapatos viejos. Llegaba al Casino, calzaba los zapatos de suela rota y subía a probar fortuna. Juraba que jamás llevando botas nuevas le había favorecido la suerte. Venía a ser un jugador de la orden de los descalzos. Entre su fe y cierta maliciosa experiencia le daban ganancias seguras.

El tejedor volvió a tomarla en las rodillas. Sin embargo, sólo fue un rato después que al espíritu lento del solterón Silas se le ocurrió que eran los zapatos mojados los que causaban el dolor de la criatura, apretándole los tobillos recalentados.

Se habían sentado un momento al borde del camino, agonizantes de cansancio, para respirar sin el peso de la mochila, para sacar sus pies del encierro de los zapatos, para limpiarse el sudor, y al querer reanudar la marcha les era imposible levantarse. Su cuerpo parecía de piedra. La fatiga los sumía en un estado semejante á la catalepsia.

Pues bien; cada una de esas palabras tiene en los diferentes filósofos un significado distinto y tal vez opuesto, y todo porque estos filósofos querían, lo mismo que usted, satisfacer las necesidades de su pensamiento. Saco en consecuencia que la filosofía no sirve para nada, como no sea para remendar zapatos y andar mal vestido.