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Nos iremos los tres a un desierto a hacer penitencia y comer yerba. Cállese usted. Usted es la que se va a callar... a ver si se duerme y se le calman los nervios. La salida de hoy no tendrá consecuencias. ¿Sabe usted lo que venía pensando?, que si encontraba mal a la buena moza, me quedaría aquí esta noche. Y al salir de casa, le dije a mi madre que quizás no volvería.

Los árboles de la yerba nombrada del Paraguay, se crían muy bien en los mismos pueblos, y todos tienen inmediatos a ellos algunos yerbales que han plantado y cultivan, de los que benefician todos los años para su gasto, y remitir a Buenos Aires.

Los prados renacían, la yerba había crecido fresca y vigorosa con las últimas lluvias de Septiembre. Los castañedos, robledales y pomares que en hondonadas y laderas se extendían sembrados por el ancho valle, se destacaban sobre prados y maizales con tonos obscuros; la paja del trigo, escaso, amarilleaba entre tanta verdura.

Quién solicitaba humildemente la honra de tener por su abanico, quién extendía la levita sobre la yerba para que se sentase; los unos corrían a buscarle un vaso de agua cuando tenía sed y se lo presentaban con azucarillo y gotas de azahar, o con anís o con jarabe de grosella, para que eligiese; los otros se consideraban felices con que de lejos les enviase una ligera sonrisa.

Descubrió la niña, en medio de su incesante ir y venir, algunas tempranas violetas ocultas entre la yerba, y haciendo un ramito las colocó en el vestido del artista; después sentóse, y abrazando con mimo a su padre: ¿Te encuentras bien, papá? le preguntaba : yo me encuentro muy bien... ¿Verdad que es bonito el campo?

Antes de penetrar en él nuestros embajadores conferenciaron brevemente, decidiendo ir derechos á casa de Jacinto, no tanto por ser uno de los mozos más recios y valientes que allí habitaban, como por el parentesco que le ligaba con Nolo de la Braña. Pero antes de trasponer las primeras casas tropezaron con el mismo Jacinto que venía guiando un carro de yerba.

Y hablaron del niño enfermo y de la faena de la yerba que había terminado en aquella semana y del ganado del tío Pacho que Demetria conocía como el suyo, y del perro que lo guardaba y que la quería y agasajaba como si fuese de la familia: hablaron de cien menudencias, pero ni una palabra de amor.

Con la mayor frescura levantan la yerba los domingos, la cargan y marchan con su carro chillando por el medio del pueblo, como si Dios no los mirase, como si no clavasen con su pecado una espina más en la cabeza de nuestro Redentor.

La yerba parecía que se apartaba para darle paso. Nela, hermana mía gritó con angustia Florentina. Adiós, niña de mis ojos dijo la Nela mirándola por última vez. Y desapareció entre el ramaje.

La segur más grácil, para cuando quiera cercenar un lauro o una flor de amor, para el santo muérdago de la vida íntima y para el ensueño de mi corazón; y la más robusta, para las podridas ramas que del árbol la ignominia son; para las raíces de la mala yerba que la gloria roban de la mies en flor, y para los cuellos del halcón y el lobo y el áspid traidor. Mayo, 1914.