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Ninguno de los tres teatros sintió como el viejo Principal la apertura del de San Fernando, rival desde aquel día, y rival terrible, del coliseo que la famosa Sciomeri había inaugurado á fines del siglo XVIII, y por el que habían pasado tantas alternativas prósperas y adversas.

En completa reducción, y estando las islas al mando de Madrazo, llegó el siglo XVIII, á cuyos principios se aumentaron escuelas, se perfeccionaron las obras de las iglesias, se levantaron almacenes, se abrieron caminos y se ultimaron cuantas construcciones habían estado abandonadas por efecto de la guerra.

Luego vuelve rápidamente, con su paso menudo. ¡Parece mentira exclama no saber que en el siglo XVIII iba todo el mundo afeitado! Como la empalizada ha quedado ya en su sitio y está lista la escena, el viejo sacude las manos una contra otra, toma el bastón y se retira hacia el fondo.

Esta lucha persiste todo el siglo XVIII y ofrece dos fases diversas: en la primera mitad de ese siglo triunfa el partido nacional, y en la segunda mitad del mismo se inclina más y más la victoria en favor de los galicistas.

Hasta el siglo XVIII no se les ocurrió á las autoridades locales la feliz idea de que estableciendo alumbrado público, podrían evitarse muchos desmanes que favorecidos por las sombras se cometían, y á este efecto se ensayó el plan que ya en otras capitales se había llevado á cabo.

Así, los habitantes de Carlsruhe se muestran fieles á la etimología ó el nombre de su capital, nombre que significa: el reposo de Cárlos, según la voluntad del príncipe que la fundó en el primer cuarto del siglo XVIII, dándole por base ó eje su residencia de retiro.

Resistiose obstinadamente, y me dijo que todo lo más que podía hacer por el duque de Orleans, era no pronunciar su nombre, mientras que se honraba nombrando a los reyes Luis XVIII y Carlos X, a quienes había tenido el honor de servir en el ejército y en la diplomacia, y que él había heredado de su padre el cariño a estos príncipes desgraciados, y para sus enemigos, la repugnancia y el desprecio.

De ninguna de estas ediciones puede afirmarse que esté hecha con el esmero y el lujo que el texto original merece y pide. Tal vez influyó en la menor estimación que se dio a La Celestina, desde mediados del siglo XVII y singularmente en el XVIII, el estigma que puso en ella la Inquisición no con gran severidad por cierto.

Confirman los datos expuestos, que el gremio de tejedores sevillanos desde la reconquista hasta el siglo XVIII, fué uno de los más importantes de la ciudad y por tanto capitulos especiales les dedicaron nuestros monarcas y Concejo para su régimen y buen gobierno en las Ordenanzas municipales, bajo los títulos de «Tejedores de terciopelo» de los «Sederos» Toqueros e «Hiladores del torno de seda» cuyas disposiciones persuaden del interés que habia porque la fabricación no decayese, ni se desprestigiase el renombre alcanzado.

En el siglo XVIII y principios del XIX, estaban designadas con toda claridad las horas para remojarse los dos sexos, haciéndolo las mujeres «desde la madrugada hasta las once de la mañana, los hombres hasta el toque de oraciones, dejando los baños enteramente desocupados para que entraran las mujeres hasta las diez de la noche