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¿Cómo está usted? Regular: ¡gracias! ¿Y usted? Voy pasando: ¡gracias! ¿Y su familia? No tiene novedad: ¡gracias! Yo pregunto á los que opinan que la competencia explica este contínuo é indigesto merci: ¿tambien la competencia explica esto en el trato social íntimo, en el seno de la familia? ¿Tambien la familia y la amistad son mostradores de mercader?

Otra ancla cayó al mar con el mismo ruido. ¿Cómo le va a usted, tío? dijo una voz dulce y varonil desde a bordo. Hola, Gonzalito. ¿Llegas bueno, hijo mío? Perfectamente; voy allá ahora mismo. Y se bajó con gran agilidad por un cable al bote. Vamos a esperarle dijo don Rosendo poniéndose a andar. Pero la mano del señor de las Cuevas le sujetó como unas tenazas por el brazo.

Compare, no comprendo esa necesidá; pero si uté lo ziente, no debía darme aviso, porque ahora va a coztarle una mijita más de trabajo. No soy un asesino. Aunque lo que usted ha hecho conmigo es una indignidad..., una porquería, voy a hacerle a usted el honor de batirme con usted.

Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia; otros, por el de la adulación servil y baja; otros, por el de la hipocresía engañosa, y algunos, por el de la verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra.

Cuando ya están repuestos y parecen felices, se presentan una mañana con el saco al hombro: «Me voy, patrón; arrégleme la cuentaNada se consigue haciéndoles preguntas. Están contentos, no tienen de qué quejarse, pero se van. Apenas se sienten bien, el demonio que los empuja para que rueden por la tierra entera vuelve á acordarse de ellos.

De otra parte, una muchacha honesta ha sido seducida, deshonrada, ha perdido su virginidad, y el que se la arrebató debe devolverle la honra. Voy a contestarte por lo último, que es lo que me hace más gracia. ¡Qué risa! Hablas de la virginidad como los niños hablan de las hadas o como las personas mayores hablan de tesoros escondidos.

Yo me conservaba en mis apariencias y en mis bríos de cincuenta, cuando de improviso la naturaleza ha dicho: «¡Que me voy... que no puedo más...!». Fortunata había notado el bajón; pero, como es natural, no hablaba de semejante cosa. «Lo que más me carga dijo D. Evaristo con rabia, dando un puñetazo en el brazo del sillón , es que la vista... Yo siempre he tenido una vista como un lince.

iii En los primeros días que sucedieron a este gran suceso, nada ocurrió digno de contarse. Y si algo hubo fue de puertas afuera. Voy a ello.

Yo y tengo para que voy encantado, y esto me basta para la seguridad de mi conciencia; que la formaría muy grande si yo pensase que no estaba encantado y me dejase estar en esta jaula, perezoso y cobarde, defraudando el socorro que podría dar a muchos menesterosos y necesitados que de mi ayuda y amparo deben tener a la hora de ahora precisa y estrema necesidad.

Pues yo, que jamás he tratado de evadirme de las consecuencias de un asunto semejante dijo Bozmediano con mucha energía; yo, que no me dejo castigar de nadie, ni he permitido que jamás hombre alguno pronuncie contra una voz injuriosa, una reticencia, una alusión cualquiera, voy ahora á explicarme con usted en esta cuestión, esperando que se convenza y retire todo eso que ha dicho usted al entrar aquí.