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Pero, en resolución, averiguado está muy bien que él tenía una sola a quien él había hecho señora de su voluntad, a la cual se encomendaba muy a menudo y muy secretamente, porque se preció de secreto caballero. -Luego, si es de esencia que todo caballero andante haya de ser enamorado -dijo el caminante-, bien se puede creer que vuestra merced lo es, pues es de la profesión.

Pero si la pasion depone sus maneras violentas, si se despoja, por decirlo así, de sus groseras vestiduras, cubriéndose con el manto de la razon; si sus sugestiones se llaman conocimiento, y sus inclinaciones voluntad, ilustrada pero decidida, entónces toma por traicion una plaza que no hubiera tomado por asalto. Ejemplo. La venganza bajo dos formas.

No eres ensueño, realidad eres; No finge el alma hechizos tales, Aunque más bella que las mujeres Suya te llamen los inmortales. En la luz pura de tu mirada Amor enciende sus dardos de oro, y son tus labios urna sellada De sus deleites fuente y tesoro. Ora residas lejos del suelo Ora aparezcas en otra edad, Por los tres mundos en raudo vuelo Irá buscándote mi voluntad.

Un instante tuvo la idea de que quizá la joven no había puesto seriamente su proyecto en ejecución; pero la desechó inmediatamente. Había aprendido a conocerla demasiado en otras circunstancias para poder creerla capaz de una falta de valor, de un desfallecimiento de la voluntad.

NARV. Yo os agradezco en estremo La voluntad, mi señora; Pero aunque el alma os adora, La ofensa de mi honor temo; Que parece que deshonra Mi opinión y calidad, Que a quien di la libertad Le venga a quitar la honra. ¿Qué dirá vuestro marido, Sino que yo le engañé? Y sabe el cielo que fué No habiéndole conocido. Sabed que soy caballero, Y que quitalle el honor Contradice a mi valor.

Este aspecto inesperado del mundo le comunica una nueva voluntad de vivir. Sabe desde hace algunos meses desde que abandonó Villa-Sirena que el príncipe Miguel Fedor Lubimoff resulta un personaje pasado de moda. Tal vez, cuando transcurran los años, otros serán como fué él. En el mundo todo vuelve, y las épocas de paz y abundancia producen fatalmente hombres de su especie.

De estas cosas se reía Salvador, y para captarse su voluntad y amansar un poco su arisco genio, hasta ideó afectar simpatías por el Infante y la apostólica insurrección. Una mañana le llevó la noticia que circulaba por la ciudad, dando motivo a infinitos comentarios. Zumalacárregui se había pasado al campo carlista.

EVARISTA. ¿Le has visto? DON URBANO. . Allí le dejo trabajando en el despacho, con un tino, con una fijeza de atención que pasman. ¡Qué cabeza! EVARISTA. ¿Tiene noticia de la última voluntad del pobre Cuesta? DON URBANO. . DON URBANO. Si lo está, no se le conoce. Es tal su entereza, que ni en los casos más aflictivos deja salir al rostro las emociones de su alma grande...

Posible es también que dicha persona se niegue a recibirme yo directamente, o valiéndome de ti, pido a ella que me reciba. Importa, pues, que te dirijas a la criada de dicha persona y ganes su voluntad, con presentes o comoquiera que sea, para que ella hable con su ama y la convenza y la indine a darme la cita.

Amalia no sólo le hablaba de amor con los ojos, pero le imponía su voluntad, le hacía ejecutar todos sus caprichos, a veces le reprendía ásperamente. Anunciaba, por ejemplo, que se iba a marchar: al volver los ojos se encontraba con los de Amalia que le decían que se quedase, y se quedaba. Trataba de bailar con Fernanda, y una mirada severa bastaba para retenerle.