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Todo se resolvió en alegría, de la que se derivaban, como de rico manantial, diversas corrientes de sentimientos expansivos; a saber: un profundo agradecimiento al distinguido caballero que la visitaba, y un deseo vivo de que llegase pronto, muy pronto, lo más pronto posible, el día siguiente.

En todo esto, siempre me visitaba aquel hijo de don Alonso de Zúñiga, que se llamaba don Diego, porque me quería bien naturalmente, que yo trocaba con él los peones si eran mejores los míos, dábale de lo que almorzaba y no le pedía de lo que él comía, comprábale estampas, enseñábale a luchar, jugaba con él al toro, y entreteníale siempre.

El visitaba á la duquesa porque esta señora le pedía que fuese á verla todos los días. Muchas veces había sospechado que su asiduidad pudiera resultar inoportuna; pero todos sus intentos de alejamiento eran inútiles. Apenas se ausentaba por unas horas, aquella buena dama le hacía buscar. Se mostraba bondadosa con él como una madre. De repente, se desvaneció su tono humilde.

Sin embargo, el exsecretario privado nos ayudaba, y en ese momento estaba empeñado en hacer toda clase de averiguaciones para cerciorarse dónde estaba su joven ama. La casa está completamente al revés, todo en ella está trastornado declaró un día la señora Percival, mientras me visitaba.

Y la idea calculada de impedir que su amiga recurriera a la amistad de Zoraida, al fin la hizo ceder. Por otra parte, quería seguir vigilándola. Pensaba que tarde o temprano aquel entusiasmo por Julio acabaría y sería llegado entonces el caso de devolverla al amor de Muñoz. Sin embargo, su enojo no se había calmado. ¿Y por qué no te visita en tu casa? ¡Puesto que Muñoz también te visitaba!

Además, en las tardes de mala suerte, visitaba con frecuencia el bar del Casino, buscando la inspiración en una serie de whiskys tomados de pie y á toda prisa. Fornido, algo cuadrado, con la cabeza pequeña, los ojos intensamente azules, el bigote rubio y canoso, Atilio le encontraba cierta semejanza con un jabalí, tal vez por su acometividad y aspereza en momentos de mal humor.

La dignidad de su pasión había hecho del niño un hombre, y como el plebeyo que se ennoblece, miraba a su antiguo autócrata con respeto, pero sin miedo. Como Nicolás visitaba algunos días a Fortunata para enseñarle la doctrina cristiana, doña Lupe se ponía furiosa. Tantas idas y venidas decía ella que le tenían revuelto el estómago.

Miguel Fedor encontró dos veces á Alicia en el palacio Lubimoff. Ella no sentía el miedo de su madre, y hasta consideraba muy originales é interesantes las manías de la princesa. Cuando la visitaba, en tardes de aburrimiento, parecía creer en su velador y en sus protegidos de gestos misteriosos.

Apenas obtenía el indicio más insignificante, enviaba agentes en todas direcciones y derramaba el oro a manos llenas... pero siempre sin resultado. En consecuencia, decíame constantemente: ¡Ya no existe! ¡Ha muerto, por desgracia! Cuando me visitaba para tratar de sus negocios, él sólo hablaba de ella; y yo, de la necesidad de vender y liquidar.

Lo que él veía, con su imaginación mas que con los ojos, recorriéndolo á vuelo de pájaro, era la verdadera Costa Azul, la suya, la de las gentes bien nacidas y ricas, á las que visitaba en sus «villas» elegantes ó en los hoteles de gran precio. Los Alpes Marítimos formaban una muralla paralela al mar.