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No faltó el vino, un par de botellas, obsequio del doctor Sarmiento, escondidas dos o tres años en el fondo de una cómoda. Reiamos, charlamos, recordaron los viejos sus buenos tiempos, hablamos los jóvenes de nuestra dicha, y la velada se pasó del modo más alegre.

Se pasó la noche y se vino d día, que nos halló a los dos en mitad del patio, ella no vuelta en , y a junto a ella, en cuclillas, atento, mirando su espantosa y fea catadura.

¡Qué bilis tiene usted, tío! exclamaba Frasquito mientras los demás reían á carcajadas. ¡Casi !... Átale corto, prenda, porque si te descuidas es capaz de dejarte sin platos en la cocina... Y el viejo, á quien el vino ponía siempre provocativo, soltaba un chorro de gracias mortificantes. Los invitados se retorcían de risa.

Ido era tan caballero que le faltó tiempo para hacer la invitación, añadiendo una frase muy prudente. «Pero, tocayo, sepa que no tengo más que un duro... Con que no se corra mucho...». Hizo el otro un gesto tranquilizador y cuando el Tartera puso el servicio, si servicio puede llamarse un par de cuchillos con mango de cuerno, servilleta sucia y salero, y pidió órdenes acerca del vino, le dijo, dice: «¿Pardillo yo?... pa chasco... Tráete de la tierra».

El buen humor, empujado por el vino, comenzaba a hacer de las suyas: las dos mujeres, menos acostumbradas a la bebida, decían mil atrevidos disparates; Damián y Luis hablaban como en el café, contando cuentos verdes; por último, Casilda, algo alegrilla y deseosa de desplegar lujo, encendió todas las bujías de dos candelabros que adornaban la chimenea.

Cada batallón dejaba como rastro de su paso una estela de botellas vacías, un alto en un campo lo sembraba de cilindros de vidrio. Los furgones de los regimientos, no pudiendo renovar sus repuestos de víveres, cargaban vino en todos los pueblos. El soldado, falto de pan, recibía alcohol... Y este regalo iba acompañado de buenos consejos de los oficiales.

¡Mal muchacho, muy mal! Pero no te aflijas; esto va largo, a menos que cualquier día sobrevenga otra cosa.... La enfermedad sigue su curso.... Es una enfermedad orgánica, y, como lo comprenderás, incurable. ¿Volverá usted mañana? No es preciso. Que observe el régimen que tengo prescrito: reposo, distracción, buenos alimentos, una copita de vino en cada comida, y ¡adelante!

CAP. XVII. En que trata de cómo los señores del Cuzco quisieron que Inca Yupanqui tomase la borla del Estado, viendo su gran saber é valerosidad, y él no la quiso rescebir, porque su padre Viracocha Inca era vivo, é sino fuese por su mano, que no la pensaba rescebir; é cómo vino su padre Viracocha Inca y se la dió; é de cierta afrenta que despues desto hizo á su padre Viracocha Inca, é de la fin é muerte de Viracocha Inca. 116

El chico estaba envanecido; llegó á Madrid; sus amigotes le llevaron á la Fontana; habló; á la mañana siguiente se mezcló en el tumulto de la procesión del retrato de Riego: chilló en la calle, alborotó, vino la policía, le echó mano y le llevó á la cárcel, donde está. ¿Y su tío no procura sacarlo? Usted no conoce á esa fiera.

Santiago no dejaba de moverse, dictando las órdenes oportunas, acercándose a cada instante al ciego para preguntarle con ansiedad: ¿Cómo te encuentras ahora, Juan? ¿Estás bien? ¿Quieres otro vino? ¿Necesitas más ropa? Terminada la refacción se quedaron ambos algunos momentos al lado de la chimenea.