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Y aunque la viera, tía, aunque la viera... Doña Lupe se inquietó un poco oyendo esta frase, dicha con cierto sentido de tenacidad maniática. Pero Maximiliano se apresuró a tranquilizarla con otro argumento: «¿Pero no observa usted lo cuerdo que estoy? Si no me he visto nunca así, ni en mis mejores tiempos... Ya quisieran todos...».

Pero yo quería vengarme del cura de aquí, y al día siguiente, cuando estaba sirviendo la comunión, me puse con los demás, y me la tuvo que dar él mismo. El ya debía de comprender que yo tenía mi absolución en el bolsillo; pero, ¡si viera usted qué cara me puso!... ¡Bravo, Antoniño! Y, ¿sigues leyendo El Sol? , señor. Pues dentro de unos días leerás en él tu historia.

¿Cuál, amigo Santorcaz? Mire usted. Después de la batalla, y cuando volvamos a Córdoba, sacar a esa joven del convento. ¿Cómo? Demonio, ¿cómo se hacen las cosas? ¡Si viera usted! Eso es muy divertido. ¿Ve usted este rasguño que tengo en la mano derecha? Me lo hice saltando las tapias de un convento.

Ya que estaba en el patio, llamóme el huésped, y díjome: «señor indiano, ¿quiere ir á ver una comedia de unos faranduleros, que han venido poco , porque es muy buenaDíjele que , y yo con mucha priesa salgo á buscar la ropa con que habíamos de hacer la farsa, porque el huésped no la viera, y aunque me mucha diligencia, ya no pude hallarla.

Aquel bestia no le permitía que me viera y hablara sin estar él presente, y ella, delante de él, apenas alzaba del suelo los ojos; tan aterrorizada la tenía. Una noche, según me contó la patrona, la quiso matar el muy bruto. ¿Sabes por qué?, porque me había mirado. Así lo decía él... Me puedes creer, como esta es noche, que Fortunata no me inspiraba sino lástima.

Parece mentira que seamos tan amigos ¿no es verdad? Yo pensé cuando le dejé caer la muñeca encima que le había matado... ¡Qué miedo tuve! ¡Si V. viera!... Vamos a ver ¿por qué en lugar de enfadarse se sonrió V. conmigo? ¡Toma! porque me gustó V. mucho. Eso pensaba yo: debí de haberle sido simpática, porque sinó la verdad es que tenía motivo para ponerse furioso.

Es lo más amable... replicó doña Desdémona, y llevándola aparte, añadió : Si está bueno y sano... ¡Si viera usted qué contento y qué tranquilo...! Nada, como la persona de más juicio. Yo creo dijo la de Jáuregui , que si no está curado, le falta poco. ¿Y qué hay de eso? Esta mañana volvió Quevedo. Todavía nada... Esperando por momentos... Ella, con mucho miedo.

Ve á verlo y le darás un alegrón. ¡Valiente cosa te importa la mala cara que pueda hacerte tu parienta!... Aresti pareció encabritarse oyendo esto. ¿Conque tenían á su primo en una especie de secuestro manso, para que no le viera, y llamaban á otro médico como si él hubiese muerto?... Pues allá se iba al instante. Sentía curiosidad por ver de cerca la nueva dicha del millonario.

Si ya la Hambre, nuestra amiga fida, No tuviera tomado con instancia A su cargo, de ser fiera homicida De todos quantos viven en Numancia, Fuera de tu voluntad cumplida, De modo que se viera la ganancia Facil y rica que el Romano huviera, Harto mejor de aquella que se espera.

Creía yo que mi historia era de las que manaban sangre y ablandarían las piedras. Luego, sin ceremonia alguna, bruscamente, comenzó a hablar de mismo. Hombre, si viera usted qué aburrido anduve todos estos días, sin tener aquí a Isabel. Hablaba de ella como si ya fuera suya, lo cual me hizo sonreír interiormente.