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Se los imaginaban pululando lo mismo que bancos de sardinas en las cavernas y escollos de aquel islote; los veían con el pensamiento pasando y repasando por debajo del vientre del navío, traidores, cautelosos, con su cabeza más voluminosa que el resto del cuerpo, aguardando que alguien cayese para triturarlo entre la triple fila de sus dientes.

De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena, mas de cómo esto, que he contado, después que en torné decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso.

15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. 17 Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho enojo y dolor e ira. Esto vanidad es, y enfermedad maligna. 4 Porque en vano vino, y a tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre.

Así, por ejemplo, un dolor de vientre o de muelas, la simplicidad que se deja engañar, el miedo, el no tener dinero suficiente, las enfermedades, el ser feo o canijo y otras cosas por el mismo orden, no tienen más poesía, ni más consuelo que la risa, mientras no pasan de cierto grado inferior.

Después, lanzándose hacia una carronada: ¡Muchachos! si no me equivoco, ese navío llega del mar del Sud; en esa popa corta y achatada, en ese porte, reconozco una navío español o portugués que se dirige a Lisboa, ignorando sin duda que hemos declarado la guerra a los ingleses. ¡Allá él! Pero ese perro debe tener piastras en el vientre.

No qué profeta ha dicho que el gran talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar: porque en esto de profetas no soy muy fuerte, según la expresión de aquel que miraba detenidamente al Neptuno de la fuente del Prado, y añadía de buena fe enseñándosele a un amigo suyo: Aquí tiene usted a Jonás conforme salió del vientre de la ballena.

Todos los días había que palpar el vientre y hacer preguntas relativas a las funciones más humildes de la vida animal; don Víctor, que no se fiaba de su memoria, siempre reloj en mano, llevaba en un cuaderno un registro en que asentaba con pulcras abreviaturas y con estilo gongorino, lo que al médico importaba saber de estos pormenores.

Se arrimó á uno de los nogales y durante buen rato salieron de su boca ciclópea profundos, temerosos estallidos mientras su vientre se agitaba como la montaña de un volcán en erupción. ¡Dejadlo, dejadlo... no podía más!... Aquello era lo más gracioso que había oído en su vida. También el alcalde, arrimado á otro árbol, reía y tosía hasta querer reventar.

El vientre está quemante, aun al esterior; se observan con frecuencia en la piel eflorescencias vesiculosas, urticarias, penfigosas, y eritemas que no tienen persistencia. Hay á veces movimientos de calor como por ondulaciones, ebulliciones de sangre que oprimen, y ocasionan palpitaciones ó vértigos y diversos dolores.

Era de sentir la pérdida, porque un caballo que sustituyera dignamente a Brillante había de costar algún dinero; pero ¡qué demonio! cuatro o cinco mil reales no arruinan a nadie. Y el señor Cuadros hablaba del dinero con expresión de desprecio echando atrás la cabeza y sacando el vientre como si lo tuviera forrado con billetes de Banco.