United States or Albania ? Vote for the TOP Country of the Week !


En otras partes, el valle se estrecha: la carretera gira sobre el borde de alguna falda ó barranca que domina las ondas del rio; este salta, se disloca y retuerce espumante sobre su revuelto lecho de pedriscos; los cerros se levantan á uno y otro lado como murallas colosales, ofreciendo las mas románticas formas en sus altas cavernas, sus rugosos relieves, sus enormes grietas verticales; sus derrumbes, sus picos desiguales y severos, sus cascadillas que se lanzan al valle en delgados hilos para convertirse en menudo polvo argentino, sus matorrales ásperos y tristes flotando casi al viento y apénas adheridos á los intersticios de las rocas, y sus franjas superpuestas de un verde sombío, guirnaldas de abetos enhiestos que las nieves respetan en las montañas de los Alpes, dejándoles su eterna majestad.

381 Tampoco a la le temo; yo la aguanto muy contento; busco agua olfatiando el viento y, dende que no soy manco, ande hay duraznillo blanco cavo, y la saco al momento. 382 Allá habrá siguridá ya que aquí no la tenemos; menos males pasaremos y ha de haber grande alegría el día que nos descolguemos en alguna toldería.

Amaneció el viento al SO recio. A las nueve de la mañana, habiendo disminuido un poco, vino el bote, y me fuí á bordo. A las diez mandé el bote á llevar víveres á la chalupa, que estaba fondeada de la parte del N de la isla, y le era imposible venir á bordo. A las cuatro de la tarde llegó el bote á bordo: anocheció con el viento al SSE fresco.

Habla lentamente y con una hermosa voz gutural. De vez en cuando entreabre el albornoz y muestra, pegado al pecho, el brazo izquierdo arrebujado en trapos ensangrentados. Tan pronto como llego a la calle, estalla una violenta tempestad. Lluvia, truenos, relámpagos, viento siroco... Pronto, a refugiarse en cualquier sitio.

Todos los días, por la tarde, digo una oración de muy pocas palabras: un cántico interior que ninguna persona llegaría a entender; pero vos, Dios mío, vos lo comprendéis muy bien, como entendéis el zumbar de los insectos entre las florecillas de los matorrales y el ruido de la hoja seca, juguete del viento.

A lo lejos, en el estrecho, rugía la tempestad, la tempestad; la llama de la hoguera inclinábase a uno y otro lado con las rachas de viento, y oía danzar a nuestra barca junto a las rocas, haciendo crujir las amarras. Una vieja embarcación de la Aduana, semicubierta, era la Emilia, de Porto-Vecchio, a bordo de la cual hice aquel viaje lúgubre a las islas Lavezzi.

Quizás no demos todo el fruto conveniente; pero flores ya hay; y viéndolas y admirándolas, aunque el fruto no responda a nuestras esperanzas, obligados nos sentimos todos a conservar y cuidar el árbol». B. Pérez Galdós Madrid, enero de 1901. Tomo I La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.

El atalayero nos gritó que no fuéramos directamente hacia donde había zozobrado la lancha, sino dando la vuelta. Así lo hicimos. Realmente la tormenta era ruda; pero manejable; el viento soplaba siempre del mismo lado, sin cambiar apenas. El bote saltaba como un delfín sobre las olas.

Sancho, todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni qué hacerse: parecíale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda aquella máquina era cosa de encantamento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año; imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento.

Terminó el día con el cielo encapotado y un viento penetrante y frío por demás. Algunos copos de nieve caían pausadamente.