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Estaban éstos en el Charaguá ya para expirar, cuando fueron llamados los nuestros para que les aplicasen algún remedio corporal; pero viendo ellos perdida la esperanza de la vida temporal, les procuraron el remedio del alma con el santo bautismo, y apenas le recibieron, cuando fueron á gozar de aquella bienaventuranza que, ciegos sus padres, tanto aborrecían.

No hay para qué añadir que esta equivocación lamentable le costó un buen zurriagazo. La noche avanzaba y el mozo de Fresnedo, que antes había mostrado tal prisa de marcharse, ahora estaba pegado con pez á la tajuela. Flora, viendo que sus abuelos daban cada vez más frecuentes y más largas cabezadas le insinuó la idea de que se fuese, pero él se hizo el sueco.

Liette estaba en su estrecha oficina viendo, como en el día lejano de su llegada al pueblo, desfilar todo el mundo por delante del ventanillo; pero la curiosidad no era para ella, y, en lugar del irritante malestar de otro tiempo, Liette sentía ahora una dulce satisfacción de orgullo maternal al oír los saludos al joven capitán de los viejos y viejas que le habían conocido niño.

Quizá con esta porfía acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías, viendo cuán mal recado le traigo dellas, o quizá pensará, como yo imagino, que algún mal encantador de estos que él dice que le quieren mal la habrá mudado la figura por hacerle mal y daño.

Viendo el demonio que se le había desvanecido esta traza, se valió de otra, y fué introducir en el pueblo el pernicioso error de que lo mismo era echarles á los niños el agua del bautismo en la cabeza que despedirse del cuerpo sus almas; y se imprimió tan altamente este engaño en sus fantasías, que convirtiéndose el amor á los Padres en odio y aversión, los miraban con mal corazón y huían de ellos como enemigos jurados de su bien.

Y viendo que los ojos del viejo se llenaban de lágrimas, puso sobre su cabeza el tampipi y bajó apresuradamente las escaleras. Sus chinelas resonaban alegremente sobre las gradas de madera.

Viendo esto el Capitán, que ya no había donde hacer agua, se fué otro día con sus galeotas y otras dos que había allí: una de D. Luis Osorio y la otra de Federico Stait. La de Stait se perdió por no seguir la conserva, habiendo ya escapulado el armada. Fué mal empleada la pérdida en su patrón, porque fué el que mejor se trató de cuantos sicilianos vinieron á ella.

Gente pobre era, que los pobres son los que más madrugan, la que al entierro había acudido, y viendo que la hermosa joven necesitada de socorro, y aun de alguna caritativa limosna parecía, fuéronse esquivando, que la pobreza tiene aún este dolor, que no puede seguir los impulsos de su caridad; y habíanse ido cura y monaguillo, y con ellos los cofrades, y cubierta ya la huesa, ídose habían también los sepultureros, y solos en su solo cabo, con su dolor y su conmiseración, habíanse quedado la desconocida joven y Cervantes, y junto a ellos el perro con el hocico siempre pegado a la tierra.

La gente, viendo que la fuerza armada seguía oculta en los cuarteles, corría a encerrarse en sus casas, exagerando la importancia de la invasión, creyendo que eran millones de hombres los que ocupaban las calles y los alrededores de la ciudad. Un grupo de cinco braceros tropezó en una calleja con un señorito.

En este tiempo he corrido mucho, y viendo cómo viaja la gente por capricho o por combatir el aburrimiento, más de una vez he pensado en el pobre gañán, que, separado de su familia por la miseria, cuando quería besar a sus hijos tenía que verse perseguido y acosado como alimaña feroz y desafiar la muerte con la serenidad de un héroe. Golpe doble