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En diciendo esto, se entró con su ama, y Tomás quedó suspenso; pero algo consolado, viendo que en solo el pecho de Costanza quedaba el secreto de su deseo.

El Pituso se le metía al instante entre ceja y ceja. ¡Le estaba viendo! La contemplación ideal de lo que aquellas facciones tenían de desconocido, el trasunto de las facciones de la madre, era lo que más trastornaba a Jacinta, enturbiando su piadosa alegría.

Me importa un bledo lo que creyese usted de .... Pero esta señora es... una mujer honrada; por incidentes que no son del caso viene sola, y la acompaño hasta entregársela a su esposo.... Y viendo la media sonrisa de su interlocutor, añadió: Le aconsejo a usted que me crea, porque mi reputación de verídico es quizás la única que en el mundo aprecio....

¡Qué calle de los dimonios! dijo la mujer; y viendo que pasaban dos caballeros se acercó á ellos, diciéndole al chico que llevaba de la mano: Muchacho, cojea. El muchacho cojeó, y se acercaron á los caballeros, repitiendo su muletilla.

Así decían los heridos, bastante fuertes para gritar, pero no para andar, viendo al señor Durand y a sus compañeros que se embarcaban en la canoa. Lo más probable es que no sea para hacernos tomar el aire para lo que nos envían aquí dijo un parisiense que tenía un brazo de menos y un balazo en la columna vertebral.

Caminando mas adelante, se echaron los indios en tierra, diciendo que no podian mas, y viendo que ni por ruegos ni ofertas, pudieron conseguir que prosiguiesen adelante, subieron á un árbol de mas de treinta varas de alto, de donde descubrieron una laguna grande de tierra llana y dilatada con una isla en medio, que despues dijeron los indios, ser esta la laguna Puraya, y que la isla que tenia se llama Jolten, habitada de indios y españoles.

¿Y si se prolonga el asedio? Confiamos en que se cansarán, señor Cornelio. Pero la sed comienza ya a mortificarnos, Horn. Resistiremos lo que se pueda. ¡Ah, si se dejaran ver! Ya saben ellos lo que hacen permaneciendo escondidos. Vamos a ver si los obligamos a salir de su escondite, viejo Horn. Estoy viendo moverse algo en aquel matorral. De seguro hay allí un centinela.

Como naturalmente siguen de ordinario los súbditos la inclinacion de su príncipe; así aquellos que dan la obediencia al padre general, viendo que él con sumo cuidado atiende á cosas de estado, y que por este camino procura engrandecer la Compañía, tambien ellos se aplícan á lo mismo; sirviéndose del medio de sus parientes, procuran penetrar y saber el corazon del príncipe, y los mas secretos intentos suyos, para avisar de todo al asistente de Roma, ó al padre general; intentando con este medio ganar su gracia, y conseguir algun oficio ó dignidad, que de otra manera jamás lo obtendrian, porque entre ellos no se dan oficios, ni cargos á grandes, sino á aquellos que conocen ser á propósito para ayudar á llevar la Compañía á aquel punto de grandeza á que aspiran, y que tienen por suficiente en el manejo de las cosas de estado.

María se levantó tranquila, fuerte, decidida, y mostrando á Cristián su hermosa cara transfigurada por la esperanza, pronunció estas palabras: ¡Logre usted su empeño!... Tragomer lanzó un grito de júbilo y viendo la mano de María que caía con descuido por encima de su falda, la cogió arrodillándose é imprimió en ella respetuosamente sus labios.

Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en las altas.