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Y al pié de esas ricas arboledas y de esas chozas llenas de colorido local, los grupos animados de viajeros y bogas, tan discordantes y variados, y formando un contraste tan curioso como el que hacian el vapor Bogotá y los champanes y las casas indígenas.

Con objeto de distraer al Monarca, se multiplicaban a su alrededor los bailes y los espectáculos; e inútil es decir que los extranjeros afluían a la capital, en la que aumentaba cada día el esplendor y la riqueza. A nuestros viajeros les fue difícil encontrar alojamiento proporcionado a su categoría.

Mientras Juan ayudaba a los viajeros a acomodarse en el vagón, éstos le demostraron, al darle el adiós, un extraordinario cariño, lleno de emoción; guardaba como un tesoro la visión de la radiante sonrisa de María Teresa, y la durable presión de su mano. Pero ¿era esto sorprendente? ¡Bah! los Aubry eran bastante inteligentes para comprender el prodigio que acababa de hacer por ellos.

El Administrador, un joven cejijunto, de negra y espesa barba, un poquito cargado de espaldas, sale a recibir a los viajeros, seguido de varios curiosos, los cuales, viendo que no han llegado amigos, ni parientes, ni personajes notables, ni muchachas bonitas, se retiran mohínos, haciendo un gesto de contrariedad. Pronto las mulas quedan desenganchadas.

D. Salvador ensilló de nuevo su mula y se puso en marcha sin demora. Desde entonces, jamás hace esfuerzos por alcanzar a los viajeros que le preceden en las rutas de la tierra. Aguas abajo. Colón El álbum de Consuelo. Una ruda jornada. Los patitos del sabanero. El "Confianza". La bajada del Magdalena. Otra vez los cuadros soberbios. Los caimanes. Las tardes. La música en la noche. En Barranquilla.

Es en Bingen que comienza la extraordinaria region de las montañas vólcanicas, y donde el Rin adquiere ese carácter prodigiosamente romántico que lo hace provocar la curiosidad de todos los viajeros.

Nuestros lectores habrán supuesto seguramente que los viajeros de que hablo son Luisa y el estudiante de Rodhese. Con el dinero que ella sacó de la casa paterna, vivieron un mes, al cabo del cual el estudiante la manifestó que iba á su casa, con el fin de reconciliarse con su familia, y volver á Paris, ya para unirse á ella, ya para proseguir sus estudios.

Cargamos, pues, con todo nuestro ajuar, y echamos pie á tierra en el andén, acatando los altos é incomprensibles designios de las Empresas, que no han juzgado conveniente ahorrar á los viajeros esta hora de detención.

Sabía por experiencia el oficial lo que costaba muchas veces esta curiosidad, y no les permitía prolongarla: «Adelante, adelanteLlevaban hora y media caminando. Los dos viajeros empezaron á sentir la fatiga y la desorientación de esta marcha en zigzag. No sabían ya si avanzaban ó retrocedían. Las rudas pendientes, las continuas revueltas, produjeron en ellos un principio de vértigo.

Don Mariano no pudo resistir a la tentación de hablar del ferrocarril de Nieva, y se acercó al teniente mostrándole por dónde iba el trazado de Sotolongo y explicándole ampliamente las ventajas que llevaba sobre el de Miramar. El piso estaba bastante más enjuto a causa de la pendiente, y la luna seguía desde lo alto esclareciendo la ruta, posando su dulce y tranquila mirada sobre los viajeros.