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Después de cinco horas de marcha llegaron nuestros viajeros al centro de un inmenso grupo de árboles que despedían un olor acre, pero muy agradable. ¿Qué aroma tan exquisito, tío! exclamó Cornelio. Procede de estos árboles dijo el Capitán deteniéndose . ¡Qué fortuna hay aquí para los que pudieran aprovecharla! añadió . Estos son los árboles que dan la nuez moscada.

Consultemos además, para conocer este teatro de la corte, á los mismos viajeros franceses del siglo XVII, que nos describieron antes los corrales de la Cruz y del Príncipe.

En época de feria vagaba por las inmediaciones de los hoteles esperando a un «inglés», pues para él todos los viajeros eran ingleses, con la esperanza de servirle de guía. ¡Milord!... ¡Yo torero! decía al ver una figura exótica, como si su calidad profesional fuese una recomendación indiscutible para los extranjeros.

Pasado el primer acceso de hilaridad, admirábase Ojeda de la convicción con que hablaba su amigo del futuro negocio. Sentía, indudablemente, la influencia misteriosa que había observado él en anteriores viajes. Un ensanchamiento de la ilusión, hasta los confines más absurdos de lo irreal, dominaba a los viajeros.

Nada mas curioso y romántico que un concierto nocturno de ese coloso de plomo. Todos los viajeros y curiosos que quieren oirlo compran sus billetes para cierta hora, de modo que la catedral se convierte en una sala de concierto.

Al principio de la comedia se presentaba un navío grande, dorado, con gallardetes, de Ulises y sus compañeros. En una chalupa de este buque se embarcaban algunos de los viajeros para recorrer la isla.

Durante las grandes crecidas del arroyo, cuando sus aguas arrastran hacia el mar, no solamente bellotas de encina y ramitas de espino, sino árboles enteros, en el torbellino del pozo es donde termina, al menos por algún tiempo, la odisea de los troncos viajeros. Una mañana, algunos amigos y yo fuimos á visitar la cascada para ver brillar á los primeros rayos del sol la espuma matizada de rosa.

Esa circunstancia ha hecho surgir en Toledo nuevas necesidades, entre otras la de crear fondas y multiplicar las posadas, á fin de dar alojamiento á los muchos viajeros que van á ver las maravillas ó al menos curiosidades de aquella singular ciudad.

La noche que pasaron los viajeros de la posta del Ojo de Agua es de tal manera angustiosa para el infeliz secretario, que va a una muerte cierta e inevitable, y que carece del valor y de la temeridad que anima a Quiroga, que creo no deber omitir ninguno de sus detalles, tanto más cuanto que, siendo, por fortuna, sus pormenores tan auténticos, sería criminal descuido no conservarlos, porque si alguna vez un hombre ha apurado todas las heces de la agonía; si alguna vez la muerte ha debido parecer horrible, es aquélla en que un triste deber, el de acompañar a un amigo temerario, nos la impone, cuando no hay infamia ni deshonor en evitarla .

Como allá hay muchas palmeras, las columnas de las casas eran finas y altas, como las palmas; y encima del segundo piso tenían otro sin paredes, con un techo chato, donde pasaban la tarde al aire fresco, viendo el Nilo lleno de barcos que iban y venían con sus viajeros y sus cargas, y el cielo de la tarde, que es de color de oro y azafrán.