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En la dilatada planicie que se encuentra á la derecha del camino que dirige de Daraga á Camalig, llama poderosamente la atención del viajero, tres grupos de exuberante vegetación que se destacan sobre la monotonía de aquel movedizo arenal.

Dudoso todavía el viajero, extendía la vista por el horizonte por ver si descubría alguno del resguardo; pero sólo vio otro padre al lado y otro más allá, y ciento más, repartidos aquí y allí como los árboles en un paseo. ¡Santo Dios! exclamó: ¡cochero! este hombre ha equivocado el camino; ¿nos ha traído usted al yermo o a España?

Ciertas montañas que se yerguen en el seno del mar azul de los vientos alíseos están casi siempre rodeadas, hacia la mitad de su altura, de una faja de niebla que oculta casi siempre al viajero, que llegó á la cima, la vista de la llanura cerúlea; pero alrededor de la cima cuyas cercanías recorro, las nieblas suben y bajan, cambian, se disuelven al azar, sin que sus fenómenos sean constantes.

El viajero presiente que va á llegar, porque ve que los jardines, los parques, los caminos y las quintas se multiplican de un modo prodigioso, y siente muy cerca, casi de minuto en minuto, los silbidos de las locomotivas que arrastran los trenes de otras líneas cercanas de ferrocarriles dirigidas a la colosal metrópoli.

Por más averiguaciones que hizo en los diversos campamentos salitreros y por más que escribió á los camaradas que tenía en otros puertos del Pacífico, no pudo encontrar un viajero que se propusiera volver al Norte de la Argentina siguiendo el desierto de Atacama.

Haré notar aquí, á reserva de posteriores observaciones, ciertos contrastes curiosos que el viajero atento observa fácilmente en las ciudades de Suiza. En ningún país son tan oportunas las comparaciones como en Suiza, donde en un pequeño pero variadísimo territorio coexisten confederadas varias razas muy distintas, con religiones, prácticas, artes é instituciones muy diversas.

Aparte del valor que le dan su grande y variada actividad fabril y la agricultura de las comarcas vecinas, es un centro muy importante de comunicaciones fluviales y terrestres, afluyendo allí las vias de Paris, Burdeos, Nantes y la alta Bretaña. La hermosa catedral gótica y otros edificios públicos la hacen interesante á los ojos del artista y aún del simple viajero curioso.

He aquí cómo motiva el origen de la moda del álbum un autor francés, que escribía, como nosotros, un artículo de costumbres acerca de él el año 11, época en que comenzó a hacer furor esta moda en París: «El origen del álbum es noble, santo, majestuoso. San Bruno había fundado en el corazón de los Alpes la cuna de su orden; dábase allí hospitalidad por espacio de tres días a todo viajero.

No había personaje de paso en París, viajero polar ó cantante famoso que escapase sin ser exhibido en el comedor de Lacour. El hijo de Desnoyers en el que apenas se había fijado hasta entonces le inspiró una simpatía repentina. El senador era un hombre moderno, y no clasificaba la gloria ni distinguía las reputaciones. Le bastaba que un apellido sonase, para aceptarlo con entusiasmo.

Ya que hubimos concluido guardó aun algunos momentos de silencio: parecia que mil ideas contrapuestas luchaban en su frente y que no sabia por dónde empezar á desarrollarlas. «He visto tambien, dijo al fin, bajar el metal fundido en torrentes de viva lumbre; he visto inmensas máquinas de hierro moviéndose á la accion del vapor como á impulsos de una voluntad secreta y misteriosa; he contemplado de noche esas fantásticas locomotoras que atraviesan el espacio con la rapidez del rayo; he visto con asombro la electricidad disipando las tinieblas y trasmitiendo á largas distancias nuestros pensamientos; he visto la naturaleza reproduciéndose á misma en el oscuro fondo de una cámara; he seguido con los ojos al audaz viajero que se atreve á rasgar en un fragil globo el seno de las nubes; he sido espectador de todas las maravillas del siglo.